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ODM 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente

ODM 7:

Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente

 





El ODM 7 no puede ser anal

izado fuera del contexto general de los ODM como una

estrategia de desarrollo integrada con prioridades específicas. El desarrollo sostenible se basa


en el reconocimiento del papel jugado por el medio ambiente y los recursos naturales en la


provisión de la base ambiental y material, la energía y los ecosistemas de los que dependen


los procesos económicos (CEPAL, 2000 b). El ODM 7 está vinculado, por ejemplo, con


el ODM 6, ya que el combate de la malaria es una prioridad en materia de salud que está


relacionada con el medio ambiente, la vivienda y los patrones de asentamiento. En todo


esto, es necesario tomar en consideración las implicaciones de los factores demográficos,


ya sea porque el crecimiento poblacional tiene un impacto en la sostenibilidad ambiental y


produce vulnerabilidad ambiental, o porque la migración y otros componentes del cambio


demográfico influyen en el crecimiento de los barrios marginados urbanos y la deforestación


de los bosques tropicales, por mencionar sólo algunas de las interacciones pertinentes.


Una de las principales prioridades es la sostenibilidad del desarrollo, no sólo en


un sentido ambiental, sino también a lo largo del tiempo. Por otra parte, el desarrollo


sostenible debe verse a través de la lente de la cooperación internacional. En otras


palabras, la sostenibilidad ambiental está asociada con la construcción de alianzas globales,


considerando que, en el mundo de hoy, todos los países están interconectados y son


interdependientes. La escala global de la presión sobre el medio ambiente, ejemplificada


por problemas tales como el calentamiento global y el agotamiento de la capa de ozono,


subraya el hecho de que los países se están volviendo cada vez más interdependientes y


vulnerables. La sostenibilidad del medio ambiente (ODM 7), por lo tanto, depende de las


alianzas globales para el desarrollo (ODM 8).


Las relaciones con la pobreza (ODM 1) y, en menor medida, el género (ODM 3)


también son evidentes. En el caso de la pobreza, estas son claramente bidireccionales, ya que


la degradación ambiental puede ser la causa o la consecuencia de la pobreza de la población


que reside en áreas ambientalmente vulnerables. Un vínculo un tanto inesperado entre el


ODM 2 y el ODM 7 es el hallazgo realizado por algunos investigadores (por ejemplo,


Pichón, 1997) de que los colonizadores con niveles de educación más altos tienden a causar


más deforestación que aquellos con menos educación, posiblemente porque pueden disponer


de más recursos para la explotación económica de la tierra que ocupan. A la inversa, existe


una vinculación de la Meta 11 con el ODM 2, en el sentido de que los niños que viven en


áreas marginadas a menudo no tienen acceso a educación, como resultado de la falta de un


domicilio válido para matricularse (UNFPA, 2007: 28).


Si bien es cierto que la noción de una fuerte vinculación entre la sostenibilidad


ambiental y los procesos poblacionales resulta atractiva intuitivamente, históricamente se ha


384 Contribuciones Potenciales a la Agenda de los ODM Desde la Perspectiva de la CIPD




demostrado que es difícil actuar con base en esta idea. Young (2005: 93) hace notar la falta de

reciprocidad entre las políticas de población y otros aspectos del desarrollo, particularmente


los aspectos relacionados con la sostenibilidad:


“Los grupos de presión en el campo de la población exponen clara y enérgicamente los

efectos del incremento poblacional en el medio ambiente, la seguridad alimentaria


y el desarrollo sostenible. Las instituciones y agencias responsables de estas últimas


inquietudes, por otro lado, no reconocen explícitamente que el incremento poblacional


es integral a sus políticas. El paquete éticamente aceptable de políticas de población y


salud reproductiva propuesto en 1994 en la Conferencia sobre Población y Desarrollo


de las Naciones Unidas debe ser aplicado a los objetivos de la Conferencia Mundial


sobre Desarrollo Sostenible en el 2002. Las instituciones que se ocupan de la pobreza,


el hambre y el medio ambiente necesitan seguir el camino de las políticas que va de El


Cairo a Johannesburgo.”




El autor lamenta que las instituciones y los grupos de presión que se ocupan de estos temas

por lo general traten a la población como una variable dada e independiente, disociándola


con ello del discurso sobre políticas de El Cairo.


La Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo


(CNUMAD), que tuvo lugar en Río de Janeiro, en 1992, pudo haber sido una oportunidad


interesante para colocar los temas de población en la agenda del desarrollo sostenible. Sin


embargo, si bien la Agenda 21 abordó los temas de población en términos muy generales,


careció de detalle.


“Las políticas deberían evaluar las consecuencias del crecimiento demográfico (…)

Se deberían hacer investigaciones de la interacción de los factores ambientales y


socioeconómicos como causa de la migración.(…). También debería hacerse una


evaluación de la capacidad de sustento a nivel nacional (…)” (Naciones Unidas,


1992: 5.16 y 5.20)


También se prestó cierta atención a la promoción del crecimiento de las ciudades

intermedias: “(…) para asegurar que el desenfrenado crecimiento urbano no propague la


degradación de los recursos a una superficie mayor ni aumente las presiones para urbanizar


los espacios abiertos, las tierras agrícolas y los cinturones verdes” (Naciones Unidas, 1992:


7.18), pero no existió un reconocimiento de la necesidad de dar cabida a la distribución


de los asentamientos sobre la base de las distintas dotaciones de recursos de las diferente


regiones de un país.




Con la Segunda Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Asentamientos Humanos


(Habitat II) (Estambul, 1996), el asunto de la sostenibilidad ambiental y los procesos


poblacionales y su distribución espacial fue planteado más claramente. Yendo más allá del


llamado al desarrollo de las ciudades intermedias, la


“promover patrones de desarrollo espacial” en nombre de la calidad ambiental, y reconoce


la necesidad de hacer concesiones en los patrones regionales del uso de la tierra:


 




Agenda específicamente recomiendaODM 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente 385

 


 



“La calidad de vida y las actividades de todos los seres humanos al interior de los

asentamientos humanos están estrechamente relacionadas con el cambio poblacional,


los patrones demográficos -incluyendo el crecimiento, la estructura y la distribución de


la población- y variables de desarrollo tales como la educación, la salud y la nutrición,


los niveles de uso de los recursos naturales, el estado del medio ambiente y el ritmo y la


calidad del desarrollo económico y social.” (Naciones Unidas, 1996: 125)




El PdA de la CIPD reconoció la relación entre el medio ambiente y los fenómenos

demográficos, tales como los impactos ambientales de la migración rural a urbana, las tasas


de crecimiento poblacional, la reducción de la pobreza y el consumo de recursos. El párrafo


3.29 (d) del PdA de la CIPD destacó la necesidad preservar los recursos naturales y alentó


particularmente la sostenibilidad de los patrones de producción y consumo, aunque lo hizo


sin mencionar metas cuantificables y definidas en el tiempo. Adicionalmente, el párrafo


3.25 del Capítulo IX ilustró cómo es que el PdA de la CIPD relaciona la distribución


poblacional, particularmente la dicotomía rural-urbana, con la preservación ambiental:


“Los factores demográficos, junto con la pobreza y la falta de acceso a los recursos en

algunas regiones, pautas de consumo excesivo y de producción derrochadora en otras,


provocan o agudizan los problemas de degradación del medio ambiente y agotamiento


de los recursos y, por ende, impiden el desarrollo sostenible.”


También se pueden encontrar afirmaciones similares en una serie de documentos

del UNFPA:



“El equilibrio entre el uso de los recursos y las necesidades ecológicas dependerá

decisivamente del crecimiento de la población, de la ubicación de ésta, de sus


movimientos, de los patrones de uso de los recursos y del manejo de los residuos.”


(UNFPA, 2002 a: 7)


En su mayor parte, sin embargo, la CIPD dejó las consideraciones ambientales a la Agenda

21 y a otros documentos de la Cumbre de la Tierra, y los grupos de presión que se ocupan de


la población y el medio ambiente continuaron operando más o menos independientemente.


Los esfuerzos realizados por la Unión Internacional para el Estudio Científico de la Población


(IUSSP), el Programa Internacional de las Dimensiones Humanas del Cambio Ambiental


Global (Global Science Panel on Population and Environment, 2002) y algunas naciones


(Brasil, por ejemplo: ver Hogan et al., 2002 a) para colocar a la población en la agenda de


Johannesburgo no fueron exitosos. Más recientemente, la Fuerza de Tareas sobre el Medio


Ambiente integrada por el Proyecto del Milenio de las Naciones Unidas fue enfática en el


hecho de que la sostenibilidad ambiental es clave para alcanzar no sólo el ODM 7, sino


todos los ODM. Los ODM en realidad establecen metas cuantificables y definidas en el


tiempo, incluyendo la preservación de los recursos naturales en las Metas 9 y 10. La Meta


11 del ODM 7 se centra en los impactos ambientales de las aglomeraciones urbanas, ya que


tiene como objetivo mejorar, para el 2015, las vidas de 100 millones de habitantes de barrios


marginados urbanos, pero no considera de manera explícita los componentes demográficos


cruciales de la formación de los barrios marginados.


386 Contribuciones Potenciales a la Agenda de los ODM Desde la Perspectiva de la CIPD




En general, debe concluirse que las inquietudes poblacionales y ambientales han sido

abordadas en su mayoría por separado en foros sobre políticas. El Panel de Ciencia Global


de la IUSSP sobre Población y Medio Ambiente (2002), sin embargo, argumenta:


“La población humana es importante para el desarrollo sostenible en dos formas críticas.

Primero, es un agente de cambio, induciendo muchos de los cambios ambientales,


económicos y sociales en el mundo que dan lugar a nuestra inquietud acerca de la


sostenibilidad de nuestras vías de desarrollo actuales. Segundo, la población humana y


sus condiciones de vida son los objetivos finales del desarrollo, con la salud, el bienestar


y la supervivencia humana como criterios para juzgar si el desarrollo es sostenible o


no. Son la población humana y sus miembros individuales los que al final sufrirán las


consecuencias de las vías de desarrollo no sostenibles. Por estas razones, la integración


sistémica de la población al desarrollo sostenible es esencial si queremos satisfacer


las necesidades de las generaciones actuales sin sacrificar los medios de vida de las


generaciones futuras.”


Los problemas políticos asociados con los entornos de políticas por separado en los que

típicamente se han discutido los temas de población y medio ambiente se ven reforzados por


la dificultad analítica para establecer relaciones directas e inequívocas entre los dos. Aunque


es fácil estar de acuerdo con Vaclav Smil (1993) en el hecho de que, en general, cualquier


problema ambiental concebible tiene probabilidades de verse agravado como resultado del


crecimiento poblacional, los mecanismos precisos de este impacto no pueden establecerse


tan fácilmente, particularmente en el nivel local, en el que entran en juego muchos otros


factores. Tal como lo plantea Bilsborrow (2002):


“[En lugar del análisis multivariado,] muchos estudios se centran en uno o dos factores

de interés particular para los autores, que entonces aducen evidencia en apoyo a sus


posturas ideológicas, ya sea a favor de esos factores o en oposición a ellos. Parte (si no es


que la mayoría) de la investigación acerca de los efectos de la población-migración en


el medio ambiente adolece de un sesgo a priori hacia el hecho de ver a la población ya


sea como algo no importante y exagerado en la literatura, o como el principal factor


del deterioro ambiental.”


Las dos principales dificultades son que:

1. Algunos problemas ambientales son ocasionados por procesos en los que se reconoce


que la población no juega ningún papel o, en el menor de los casos, sólo juega un


papel menor; y


2. En el caso de aquellos problemas ambientales en los que la población juega un papel


importante, los resultados finales pueden depender en buena medida de factores


institucionales y otros factores condicionantes.


Bilsborrow y Hogan (1999) están entre aquellos que hicieron un primer esfuerzo para


superar enfoques más simples, de un solo factor, principalmente con respecto a la cuestión


Cita tomada de la versión completa del artículo, disponible en la Internet, que fue abreviada en la versión citada en la Bibliografía.




ODM 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente 387




específica de la deforestación y dos importantes componentes poblacionales: la migración

(los nuevos asentamientos en las regiones boscosas tienen consecuencias que no son


extrapolaciones lineales del número de migrantes) y la salud (no sólo la del bosque, sino


también de sus nuevos residentes, sufren las consecuencias, especialmente con la mayor


importancia de la malaria).


Dadas estas dificultades, que se incrementan por la naturaleza parcial de los indicadores


ambientales de los ODM mismos, la tarea de sistematizar las diferentes interacciones


población-medio ambiente con respecto a las metas de los ODM no resulta fácil. Este


capítulo se ocupará de ello con base en la siguiente lista:


7.1. El vínculo entre el crecimiento poblacional y la sostenibilidad del medio


ambiente


7.2. Población y uso sostenible del espacio


7.2.1. El papel de la migración


7.2.2. El papel de los factores de género


7.2.3. Distribución de la población y vulnerabilidad del medio ambiente


7.3. Población y acceso a agua potable segura y saneamiento básico


7.3.1 Factores poblacionales determinantes de la expansión del saneamiento básico


en la región de ALC


7.4. El vínculo entre el crecimiento poblacional y el crecimiento de los barrios


marginados urbanos


7.4.1 El vínculo entre la migración y el crecimiento de los barrios marginados


urbanos


7.5. Una nueva Meta bajo el ODM 7: la protección de la biodiversidad


Esta estructura es en parte un producto de la estructura de las metas de los ODM mismas, y


en parte de los diferentes enfoques analíticos para introducir consideraciones poblacionales.


Estos últimos son particularmente importantes en las secciones 7.1. y 7.2., mientras que las


secciones de la 7.3. a la 7.5. están en su mayor parte estructuradas alrededor de las proprias


Metas de los ODM.


Tal vez el consenso más evidente en lo que a la población se refiere entre los estudiosos y


diseñadores de políticas es que no es posible alcanzar la sostenibilidad del medio ambiente a


largo plazo sin la estabilización del crecimiento poblacional. Algunos MDGR también han


planteado argumentos a favor de los límites al consumo de los recursos naturales esenciales


no renovables. Sin embargo, estas ideas no necesariamente se han traducido en una inquietud


sistemática acerca de los factores poblacionales como elementos integrales de las políticas


ambientales. Las opiniones acerca de la importancia de las tendencias poblacionales, en


comparación con otros determinantes del empobrecimiento del medio ambiente, varían


grandemente, particularmente cuando se pasa del nivel global al local y de las intervenciones


en materia de políticas a largo plazo a otras más inmediatas. A este nivel, de acuerdo con


algunos, las dinámicas poblacionales resultan insignificantes en comparación con una


amplia variedad de determinantes económicos, políticos e institucionales. Otros, que ven


la sostenibilidad a través de un lente macrosistémico, consideran que la presión poblacional


388 Contribuciones Potenciales a la Agenda de los ODM Desde la Perspectiva de la CIPD




actual es tal que se mantiene sólo a expensas del agotamiento de los recursos no renovables,

como el acceso a agua dulce, tierra cultivable, las concentraciones de dióxido de carbono


limitadas en la atmósfera, etc.


La literatura más reciente sobre la población y el medio ambiente se ha apartado en


buena medida de las generalizaciones a nivel planetario, y aborda con un nivel de detalle


mucho mayor las características espaciales de las conexiones entre la población y el medio


ambiente, especialmente a nivel local. Entre otras cosas, esto ha llevado a conceptos tales


como el “uso sostenible del espacio”, además de otros más antiguos, tales como la “capacidad


de sustento” y la “huella ecológica”. Algunos sostienen que es necesario reorientar la relación


entre población y medio ambiente; la cuestión aquí no es


más bien


urbana al analizar las necesidades poblacionales y las condiciones ambientales.


Otro importante fenómeno demográfico que influye en el medio ambiente es la


migración. Incluso con la disminución de las tasas de migración rural-urbana en ALC,


no es fácil identificar una regla para establecer si la migración en general es benéfica o


perjudicial para el medio ambiente. Para algunos, el crecimiento poblacional migratorio


todavía cuenta como la principal causa de la deforestación, mientras que para otros esta


sería la expansión agrícola. Los factores institucionales y de género también modifican


la forma en que la población, y más específicamente las presiones migratorias, afectan


al medio ambiente.


Una de las metas de desarrollo bajo el ODM 7 es el acceso a agua potable segura. Si bien


es probable que se alcance la Meta del 92%, esto no cambia el hecho de que, en el 2002, más


de 60 millones de residentes de la región de ALC todavía no contaban con servicios de agua


potable segura. Las dinámicas poblacionales son pertinentes en este contexto con relación


a dos factores: el grado de urbanización y las diferencias sociales (o raciales). Una inquietud


similar se aplica al tema de los barrios marginados urbanos. El incremento poblacional


probablemente conducirá a tasas de urbanización más altas, pero su implicación para el


crecimiento de los barrios marginados urbanos no es clara. El reto consiste en reducir los


barrios marginados urbanos, al mismo tiempo que la población urbana sigue creciendo, tanto


como resultado del incremento vegetativo como de la migración. La rápida urbanización ha


sido acompañada por la ocupación de tierras marginales al interior o en la periferia de las


ciudades, con problemas comunes tales como la pobreza y una infraestructura inadecuada. Sin


embargo, no todos los barrios marginados urbanos son el resultado de procesos migratorios,


y una proporción sustancial de sus residentes son urbanitas nativos.


La última sección de este capítulo se centra en la nueva Meta, la protección de la


biodiversidad, que fue introducida en 2006 por el ex Secretario General de las Naciones


Unidas. La extinción de especies no es un proceso nuevo, pero ha sido acelerada por algunos


fenómenos relacionados con la población (la migración, de acuerdo con algunos), la


deforestación, la sobreexplotación y la alteración de hábitats –todos ellos factores vinculados


que sugieren la necesidad de proteger el medio ambiente.


 




cuántos usan un territorio, sinocómo usarlo. Esto implicaría que es necesario tomar en cuenta la planificaciónODM 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente 389

 


 



Meta 9. Integrar los principios del desarrollo sostenible en las políticas

y los programas nacionales; y contrarrestar la pérdida de recursos del


medio ambiente


El concepto de las políticas de desarrollo sostenibles abarca una gama de temas

extremadamente amplia. Sin embargo, en su momento estos temas fueron condensados


en indicadores cuantificables, la Meta 9 se centró en un conjunto bastante limitado de


inquietudes, tales como la emisión de dióxido de carbono y la proporción del área territorial


cubierta por bosques, no se consideró la perspectiva poblacional, y tampoco se le asignó


un lugar prominente a las Metas de inquietud especial para la región de ALC. El indicador


29 – la proporción de la población que usa combustibles sólidos es el más estrechamente


asociado con la conducta humana.


Según la CEPAL (2005 a), a pesar de albergar la herencia de biodiversidad más grande


de la Tierra, de recibir el influjo de agua dulce más grande y albergar al bosque lluvioso


del Amazonas, los problemas ambientales más críticos de la región de ALC únicamente


fueron abordados marginalmente por los indicadores de los ODM. Es cierto que el


indicador 25 de la Meta 9 la proporción de tierra cubierta por bosques – y el 26 – la razón


de área protegida para mantener la diversidad biológica a área de superficie- abordan la


preservación de los bosques, evidentemente un tema de protección ambiental crucial


para la región que alberga a la selva del Amazonas, pero el ODM 7 no aborda esos temas


más consistentemente.


“En América Latina y el Caribe, la sostenibilidad ambiental está cada vez más en

riesgo. Los problemas ambientales más importantes de la región (degradación de tierras


y bosques, deforestación, pérdida de hábitat y de biodiversidad, y contaminación del


agua dulce, costas marítimas y atmósfera) están agravándose en términos generales y se


reflejan sólo parcial e imperfectamente en los indicadores y metas del Milenio definidos


para el objetivo 7.” (CEPAL, 2005 a: 173)


El MDGR 2003 de Argentina parece estar de acuerdo con el hecho de que en el ODM

7 se perdieron algunas oportunidades para establecer la prioridad de ciertos temas, una


percepción compartida por el MDGR mexicano (2005):


“La evaluación de la sustentabilidad ambiental frecuentemente se ha hecho a partir de

sólo unos pocos indicadores, lo que se debe tanto a la complejidad conceptual del tema


como a la falta de información adecuada y confiable.” (México, 2005: 144)


El MDGR peruano 2004 también destaca que el ODM 7 no está adecuadamente adaptado

a las circunstancias de la región de ALC, la segunda área más grande del mundo cubierta


por bosques:


“El indicador sobre superficie bajo cobertura forestal del ODM 7 no especifica un

valor cuantitativo a ser alcanzado en el 2015. Tampoco hay metas relacionadas en


las políticas nacionales, ni una línea de base que pueda ser utilizada como referencia


La introducción, en el 2006, de una Meta relacionada con biodiversidad parece responder a parte de esta crítica.




390 Contribuciones Potenciales a la Agenda de los ODM Desde la Perspectiva de la CIPD




en las intervenciones destinadas a revertir las tendencias en el cambio de la superficie

forestal.” (Perú, 2004: 86)



Habiendo dicho lo anterior, desde la perspectiva más reducida de la población en la región

de ALC, los puntos del ODM 7 que ameritarán un escrutinio más estrecho en las siguientes


secciones son las condiciones de vida de los habitantes de los barrios marginados (Meta 11)


y, en menor medida, la presión del crecimiento poblacional sobre los recursos naturales (en


el contexto de la Meta 9).


En lo que respecta a la cuestión más general de integrar los principios del desarrollo


sostenible a las políticas nacionales, la CEPAL (2005 a) destaca que la conformación de


instituciones gubernamentales para vigilar la preservación del medio ambiente, concientizar


y cambiar los patrones de producción y consumo, ha sido una tendencia observada en


América Latina a lo largo de la década de 1990, pero que rara vez se le ha asignado a


las burocracias apropiadas más del 1% del PIB de los países para la creación de políticas


ambientales. La misma idea se expresa en el MDGR de México (2005):


“Durante mucho tiempo los temas ambientales estuvieron al margen de la toma

de decisiones de la política económica y de los principales sectores productivos;


como consecuencia, se subestimaron los costos económicos y sociales del crecimiento


demográfico, de la desigual distribución territorial de la población, del impacto de las


actividades productivas y de la urbanización sobre la calidad del aire, del agua y de


los suelos, soslayando las implicaciones de la degradación y destrucción de los recursos


naturales.”(México, 2005: 152)


7.1. El vínculo entre el crecimiento poblacional y la sostenibilidad del

medio ambiente



Las relaciones entre la población y el medio ambiente son más fáciles de visualizar a

nivel macro. Probablemente el vínculo más obvio y tradicional que puede establecerse es


el reconocimiento del hecho de que a la larga no es posible alcanzar la sostenibilidad


ambiental sin la estabilización del crecimiento poblacional. Esta fue una de las ideas centrales


del Informe Brundtland,


 




Nuestro futuro común:“Las tasas de crecimiento poblacional actuales no pueden continuar. Ya inciden en las

capacidades de muchos gobiernos para proveer educación, atención a la salud, y seguridad


alimentaría para las personas, por no mencionar sus capacidades para incrementar los


niveles de vida. Esta brecha entre los números y los recursos es todavía más apremiante,


ya que una gran parte del crecimiento poblacional está concentrada en los países de bajos


ingresos, las regiones desfavorecidas ecológicamente, y los hogares pobres.” (Comisión


Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, 1987: Cap. IV.2)



Esta idea cuenta con un amplio consenso entre los estudiosos y los diseñadores de

políticas. Ahí en donde las opiniones difieren sustancialmente es en cuanto a qué tan lejos


se encuentra el largo plazo y si el ecosistema planetario está propenso a enfrentar límites de


ODM 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente 391




recursos catastróficos antes que la población pueda estabilizarse. Los debates ambientales de

la década de 1970, que apuntaban a la proximidad de límites infranqueables al consumo de


recursos naturales esenciales y no renovables (la famosa idea defendida por Meadows et al.,


1972 en su Informe para el Club de Roma), han mostrado que estos límites son mucho más


elusivos de lo que se pensaba en aquel entonces. El Grupo de Trabajo sobre el Crecimiento


Poblacional y el Desarrollo Económico de la Academia Nacional de las Ciencias (National


Research Council, 1986) ha sostenido que las dinámicas poblacionales no son un factor


significativo en la disponibilidad de los recursos no renovables, y que incluso los renovables


dependen sólo indirectamente de su influencia. Otros investigadores (Pimentel et al., 1994)


argumentan, sin embargo, que los límites del desarrollo sostenible óptimo, que ellos sitúan


en una población a nivel mundial de cerca de 2 mil millones, ya han sido rebasados, y que la


población mundial actual se mantiene sola a expensas de recursos no renovables que se agotan


cada vez más, en una forma que resulta incompatible con la sostenibilidad a largo plazo.


Incluso si se asume, a diferencia de Paul Ehrlich y otros profetas de la “explosión


poblacional”, que es poco probable que el ecosistema planetario colapse en un futuro cercano


como consecuencia del crecimiento poblacional desenfrenado, de cualquier forma existen


razones legítimas para asumir que el rápido crecimiento poblacional es un factor agravante


en muchos problemas ambientales:


“Los problemas de la degradación ambiental y el agotamiento de recursos a menudo

son exacerbados por factores demográficos, especialmente cuando estos se combinan


con la pobreza. El crecimiento continuo de las poblaciones y las economías amenaza la


seguridad hídrica y alimentaria, los recursos forestales y la biodiversidad, e incrementa


la presión sobre los recursos naturales limitados.” (UNFPA, 2004 a: 7)


Hoy en día, las poblaciones que viven en países con recursos naturales escasos están creciendo

más rápidamente que la población mundial en su conjunto, imponiendo una presión aún


mayor sobre estas zonas biológicamente frágiles (Engelman et al., 2000).


En lo que respecta a la contribución del crecimiento poblacional a problemas ambientales


específicos, se ha hecho un amplio uso de la fórmula I=PAT de descomposición de Ehrlich


y Holden (1971), que afirma que cualquier impacto ambiental I es el producto de tres


factores: población (P), riqueza (A) y tecnología (T). La descomposición a menudo ha sido


criticada, entre otras razones porque por lo general existen interacciones importantes entre


los tres factores, de modo que no es realista asumir que uno puede variar independientemente


de los otros (por ejemplo, Preston, 1996 b). A pesar de estas advertencias, tal vez resulte


pertinente saber que las proyecciones de O’Neil et al. (1998), que examinaron los cambios


globales en las emisiones de gases de efecto invernadero en el transcurso de los siguientes


50 años, concluyeron que, en el corto plazo, el ingreso y el cambio tecnológico tendrán un


mayor impacto que el crecimiento poblacional, pero que, a largo plazo, la contribución del


crecimiento poblacional se incrementará.


En el caso del agua dulce, se estima que actualmente 505 millones de personas padecen


estrés por falta de agua o una escasez seria de agua (Engelman et al., 2000). Bajo las


392 Contribuciones Potenciales a la Agenda de los ODM Desde la Perspectiva de la CIPD




tendencias actuales, para el 2025 entre 2,400 y 3,200 millones de personas podrían estar

sujetas a un estrés alto o moderado por falta de agua. A lo largo de este periodo, se estima


que el mundo necesitara 17% más agua para cultivar alimentos para las poblaciones cada


vez mayores en los países en vías de desarrollo, y que el uso total del agua se incrementará


en un 40% (Naciones Unidas, 2002 b). En la región de ALC, los países que presentan los


problemas más serios son Haití y Perú (Gardner-Outlaw y Engelman, 1997). Este es un


aspecto de la


Meta 10. Actualmente, las personas se apropian de alrededor del 54% de toda el agua dulce


disponible de ríos, lagos, arroyos y mantos acuíferos poco profundos. Se espera que, en los


próximos 25 años, el crecimiento poblacional incrementará esta cifra a alrededor del 70%


(Hinrichsen, 2003; UNFPA, 2003 a). El


2006) hace notar que el consumo de agua en ese país es de 120 litros por persona por día


en las áreas urbanas y 60 litros en las rurales, mientras que los hogares queman anualmente


1.8 m3 de leña per cápita. Pero este nivel de consumo varía ampliamente. Aunque un


consumo de 100 litros por persona por día por lo general se considera como un mínimo


para uso personal, el promedio es de 29 para el Senegal, pero de 700 para los EEUU


(Acreman, 1997). De manera nada sorprendente, el consumo per cápita no está distribuido


uniformemente entre las diferentes regiones del mundo y entre áreas urbanas y rurales. De


hecho, existe una correlación inversa entre el consumo de agua y el ingreso, por un lado,


y el crecimiento poblacional por el otro, con los países de altos ingresos presentando altos


niveles de consumo de agua y un bajo crecimiento poblacional. Lo opuesto se aplica a las


naciones menos desarrolladas.


Tal como lo hace ver Antón (1996), todas las principales ciudades de ALC están


enfrentando problemas de suministro de agua para sus poblaciones. Lo anterior se debe


a la contaminación del agua, especialmente como resultado de las aguas residuales y de


desperdicio. Este tema de la calidad del agua tiene importantes consecuencias para el


suministro de agua. La situación se ve agravada en las megaciudades de Buenos Aires, la


Ciudad de México, Río de Janeiro y São Paulo. En el caso de la Ciudad de México y Buenos


Aires, la sobreexplotación de los acuíferos es un desafío desalentador para la sostenibilidad


del suministro a largo plazo.


No sólo los números poblacionales, sino también los patrones de asentamiento son


importantes en este contexto. El nivel de consumo de agua más alto de los hogares urbanos


es sólo una de varias áreas de conflicto potenciales entre el uso urbano y rural del agua.


Cuando las ciudades y las áreas rurales circundantes compiten por recursos hídricos, los


requerimientos de agua ecológica (el agua necesaria para mantener el funcionamiento del


ecosistema y los ciclos hidrológicos locales) a menudo son descuidados. Durante los últimos


dos siglos, los centros urbanos en rápido crecimiento han dependido de traer agua de fuentes


cada vez más distantes. Los conflictos entre los usuarios en las ciudades y aquellos en otros


lugares han sido comunes. El uso urbano del agua exige un suministro de más alta calidad y


más estable que aquel en la mayoría de los usos rurales (por ejemplo, la irrigación). Cuando


el agua es desviada de la agricultura a las áreas urbanas, la productividad agrícola puede


 




disponibilidad de agua dulce distinto de aquel del acceso abordado bajo laPerfil ambiental de Guatemala (IARNA/URL/IIA,ODM 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente 393

 


 



verse severamente afectada. Los centros urbanos dependen de los servicios de los ecosistemas

adyacentes para separar sus desperdicios biodegradables, pero cuando las capacidades de estos


sistemas locales se ven sometidas a una carga excesiva, la agricultura aguas abajo puede verse


perjudicada, y las personas que viven en asentamientos aguas abajo son puestas en riesgo.


Estos mismos desperdicios biodegradables pueden representar la pérdida de los nutrientes de


los sistemas agrícolas y forestales. En muchas circunstancias, las instituciones para conciliar


esos conflictos no son ni equitativas ni eficientes (Baumann, Boland y Hanemann, 1998).


En particular, la importancia social, económica y política de las ciudades a menudo garantiza


que se le dé prioridad a sus demandas.


Meyerson (1998) examinó la relación histórica entre el crecimiento poblacional y las


emisiones de carbono y los desafíos enfrentados por los signatarios del Protocolo de Kyoto


de 1997 sobre el calentamiento global. De acuerdo con este autor, la amplia variación en


el cambio poblacional proyectado entre los países desarrollados es un factor significativo


y, no obstante, ampliamente ignorado en la evaluación de las metas acordadas en Kyoto.


Incluso asumiendo que el Protocolo sea implementado exitosamente, el tratado sobre el


calentamiento global no puede tener éxito sin la participación a corto plazo de los países


en vías de desarrollo, muchos de los cuales ya producen, o pronto producirán, emisiones


de carbón excesivas como un resultado combinado del gran tamaño de su población y el


nivel de uso de carbón per cápita bastante alto. La estabilización de la población será un


determinante clave del éxito de cualquier plan climático, pero tanto los países desarrollados


como aquellos en vías de desarrollo presentan grandes variaciones en lo relativo a su avance


hacia este objetivo, algo que no fue tomado en cuenta al momento de definir los límites


de emisión. A la inversa, Bremner y Bilsborrow (2005) critican la agenda de los ODM por


haber definido sus indicadores 27 y 28 únicamente en términos per cápita, ignorando con


ello el efecto del crecimiento poblacional en el impacto ambiental en general. Ellos prefieren


los indicadores del Protocolo de Kyoto, que están definidos en términos de emisiones en


general, en lugar de emisiones per cápita; esto por lo menos permite la valoración de los


impactos poblacionales, aun cuando no se hayan hecho explícitos en el Protocolo.


En otras palabras, aparte de ser una condición necesaria a largo plazo, la estabilización


del crecimiento poblacional a través de la provisión de acceso a la SSR y la planificación


familiar es una manera (aunque ciertamente no la única) de frenar las presiones sobre los


recursos ambientales y la infraestructura disponible en el futuro más inmediato. Tal como lo


plantean Singh et al. (2003), la provisión del servicio de SSR puede contribuir a “equilibrar


el uso de los recursos naturales con las necesidades de la población”, mejorando con ello


la sostenibilidad ambiental. Reconociendo que el rápido crecimiento poblacional pone en


peligro al medio ambiente, particularmente en el caso de los ecosistemas frágiles y los barrios


desfavorecidos, las presiones demográficas sobre el medio ambiente resaltan la contribución


que la realización de la CIPD podría tener para el logro de la Meta 11:


“El continuo crecimiento de las poblaciones y las economías amenaza la seguridad

hídrica y alimentaria, los recursos forestales y la biodiversidad, e incrementa la presión


sobre los limitados recursos naturales. Sin la realización de los objetivos del Programa de


394 Contribuciones Potenciales a la Agenda de los ODM Desde la Perspectiva de la CIPD




Acción de la CIPD, especialmente el acceso universal a servicios de salud reproductiva

de calidad, la estabilización de la población global y los patrones de producción y


consumo más sostenibles seguirán siendo elusivos.” (UNFPA, 2004 a: 27)


A nivel local, que es en donde las complejidades de los mercados y las instituciones sociales

entran en juego, las implicaciones de la densidad y el crecimiento poblacionales pueden


ser muy diferentes de las generalizaciones agregadas que han orientado la preocupación


pública por estos temas. Los estudios sobre el uso de la tierra a nivel local muestran que a


menudo existe una fuerte correlación espacial entre la densidad poblacional y el grado de


deforestación (por ejemplo, Meyerson, 2001), pero esto no necesariamente significa que la


presión poblacional sea la principal fuerza impulsora detrás de la deforestación.


Una premisa central del pensamiento de la ciencia social reciente acerca del crecimiento


poblacional, el desarrollo y el medio ambiente, es que los factores tales como las instituciones


sociales, la eficiencia de los mercados, los patrones de la distribución del ingreso, los niveles


de tecnología y las regulaciones son por lo menos tan importantes como el crecimiento


poblacional. El National Research Council de los EEUU (1992) ha planteado la idea de


que, bajo algunas circunstancias, la densidad poblacional más alta -junto con una mayor


disponibilidad de capital físico y derechos de propiedad claramente definidos- en realidad


podría resultar benéfica para la sostenibilidad de regiones ecológicamente vulnerables tales


como la región del Amazonas. Actualmente, la única manera de obtener una rentabilidad


satisfactoria es haciendo un uso intensivo del único factor de producción que actualmente


existe en abundancia, a saber, la tierra y otros recursos naturales. Dicho de otra forma, las


áreas poco pobladas podrían perjudicar al medio ambiente, ya que los habitantes no tienen


más opción que aprovechar al máximo los recursos naturales disponibles, ya sea para ganarse


la vida o para impulsar la actividad económica local. A la inversa, el uso más intensivo de


mano de obra, capital y tecnología implicaría formas menos agresiva de explotación del medio


ambiente si las densidades demográficas fueran lo suficientemente altas y si existiera un marco


legal de apoyo en vigor. El mismo planteamiento es hecho por Bedoya (1995) en su estudio


sobre la región peruana del Amazonas, en donde los modos de producción ambientalmente


destructivos seguidos por sus colonizadores por lo general están asociados con la falta de mano


de obra a bajo costo, como resultado de la competencia del más lucrativo cultivo de coca en la


región. Consecuentemente, este autor muestra que, en el caso de los colonizadores peruanos,


difícilmente existe una relación entre los tamaños de las familias y el área cultivada.


Palloni (1994: 160), que realizó una extensa revisión y un meta-análisis de la literatura,


concluyó, con base en la evidencia actual, que “aun cuando la presión poblacional es una


fuerza importante que conduce a la deforestación, rara vez actúa por sí sola para producir


También existe un volumen considerable de literatura basada en la idea de que la abundancia de recursos territoriales en las áreas

fronterizas estimula la alta fecundidad. A esto se le conoce como la hipótesis de la ‘demanda de tierra-mano de obra’, que sostiene que el


mayor acceso a la tierra le proporciona a un hogar campesino un ingreso mayor para mantener a una familia más grande, y que la mayor


tenencia de tierra requerirá de más mano de obra en el hogar para trabajarla (para un tratamiento sistemático de este punto de vista, ver


Clay y Johnson, 1992). Como el objetivo de este documento no es el de explicar la fecundidad, aquí no se aborda esta literatura. El punto


de vista opuesto, es decir, aquel que afirma que el tamaño de la familia contribuye a determinar el tamaño de las fincas, y por lo tanto su


impacto ambiental, ha sido defendido por Cain (1985).


ODM 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente 395




este resultado.” En su estudio acerca de la deforestación en Costa Rica desde 1973, Rosero-

Bixby y Palloni (1998) concluyen que, aun cuando la población es sin duda alguna uno de


los factores contribuyentes, desde un punto de vista conservacionista es menos importante


establecer esta relación que entender cómo funciona, particularmente los factores que


pueden exacerbarla o atenuarla. Algunos investigadores incluso ignoran a la población en


su totalidad y atribuyen la deforestación a la distribución desigual del ingreso, la tierra y el


acceso al crédito (Stonich, 1989), la pobreza rural (Ellen, 1982), la estructura de la demanda


en los mercados internacionales (Nations y Komer, 1982), las fallas del mercado resultantes


de los derechos de propiedad disfuncionales, o las tecnologías inadecuadas (Hecht, 1985).


Otros, si bien reconocen la importancia de otros determinantes, le reservan un papel


a los procesos y los factores relacionados con la población. En particular, se ha hecho notar


que el crecimiento poblacional agregado no es la única cantidad de crecimiento pertinente


cuando de los efectos sobre el medio ambiente se trata. En un análisis a nivel de condados


de la región brasileña del Amazonas para el periodo 1978 1988, Pfaff (1999) encontró que


la densidad poblacional no fue un factor significativo en la explicación de la deforestación


para la región en su conjunto, pero que factores tales como el espacio y el momento del


asentamiento poblacional sí tuvieron un impacto significativo. Moran (1993), finalmente,


sugiere que el impacto de los asentamientos humanos en las áreas fronterizas no es uniforme,


pero está vinculado a la estructura y la etapa del ciclo de vida de los hogares, y que los


cambios en estos factores pueden hacer que el patrón de los asentamientos pase de ser


perjudicial a ambientalmente neutral.


En particular, la idea de que el impacto ambiental de los asentamientos humanos


depende fuertemente del ciclo de vida, lo mismo que de otros factores relacionados con


la microdemografía de los hogares de los colonizadores, cuenta con evidencia empírica


considerable (Pichón, 1997; Marquette, 1998; Perz, 2001, 2002). MacKellar et al. (1995)


han mostrado, por ejemplo, que como existen costos fijos de energía, eliminación de desechos


y de otro tipo para el manejo de un hogar, algunos procesos de degradación ambiental, tales


como el crecimiento en la producción de gas de efecto invernadero, están más estrechamente


vinculados con el crecimiento en el número de hogares que con el crecimiento poblacional


per se. La misma idea ha sido planteada en el contexto de la demanda de energía urbana, en


donde al parecer el tamaño del hogar tiene un efecto importante en el consumo per cápita,


probablemente como resultado de las economías de escala en el uso de la energía a nivel


de los hogares (Ironmonger et al., 1995; Vringer y Blok, 1995; Schipper, 1996; O’Neill y


Chen, 2002). Los hogares más pequeños a menudo implican la dispersión de la población


en un número más grande de hogares, y existe evidencia de que es el número de hogares,


más que el tamaño de la población per se, lo que impulsa el consumo (Cramer, 1997, 1998).


La investigación sobre los impactos ecológicos de los cambios en los tamaños y los números


de los hogares es más reciente, pero sugiere una relación positiva entre los tamaños cada vez


menores, los números cada vez mayores, y el impacto ecológico (Keilman, 2003; Liu, 2003).


El contexto local también parece ser importante para la determinación de las interacciones


entre la población y el uso de la tierra (National Academy of Sciences 2001).


396 Contribuciones Potenciales a la Agenda de los ODM Desde la Perspectiva de la CIPD




Pebley (1998) también llama la atención al impacto ambiental desigual de los hogares

en diferentes etapas de su ciclo de vida. Los impactos más fuertes tienden a presentarse


en el rango de edad de 45 a 54 años, que tiene los gastos más altos en vivienda, servicios


públicos y transporte, por lo menos en los EEUU. Estos dos hallazgos son malas noticias


para aquellos que esperaban un impacto directo de la fecundidad en descenso sobre la


degradación ambiental, ya que el crecimiento de los hogares disminuye más lentamente que


el crecimiento poblacional y, a largo plazo, concentra a más jefes de familia en los rangos de


edad más altos. Considerando los cambios en los patrones de nupcialidad, el crecimiento de


los hogares podría disociarse del crecimiento poblacional, incrementándose incluso de cara


a la disminución de la fecundidad.


La importancia de los efectos de las cohortes, la edad y el género en el cambio ambiental


también es enfatizada por McCracken et al. (1999), que desarrollaron un modelo de ciclo


de vida para los hogares en áreas fronterizas. A medida que los hogares envejecen, pasando


de una familia nuclear con hijos pequeños a hogares de mayor edad con hermanos adultos


jóvenes, o a hogares extendidos multigeneracionales, el uso de la tierra también tiende a


cambiar. La conversión del bosque le cede el paso a los pastizales o las cosechas anuales/


perennes como resultado de la disponibilidad de mano de obra. Usando datos de corte


transversal, McCracken et al. (2002) confirmaron este patrón y también hicieron notar la


importancia de la mano de obra del hogar en comparación con la mano de obra contratada.


Usando los mismos datos y centrándose en las trayectorias de deforestación a lo largo del


tiempo, Brondízio et al. (2002) demostraron que las tasas de deforestación alcanzan su pico


durante los primeros cinco años, seguidas por una disminución y otro pico cuatro o cinco


años más tarde. Esta trayectoria creaba un patrón de onda, o una “huella colonizadora”, que


resultó muy similar entre cohortes con diferentes fechas de llegada durante un periodo de


aproximadamente 15 años.


La discusión anterior ilustra la realidad básica de las vinculaciones población-medio


ambiente: aun cuando la población es indudablemente una de las fuerzas impulsoras detrás


del cambio ambiental, los impactos específicos dependen de muchos otros factores; en


consecuencia, las respuestas en materia de políticas requieren de un nivel relativamente


alto de complejidad analítica para diseñar intervenciones en los niveles apropiados y en las


formas apropiadas. A pesar de las muchas advertencias que es necesario hacer en este sentido,


la mayoría de los investigadores y diseñadores de políticas de cualquier forma estarían de


acuerdo con Vaclav Smil, uno de los principales expertos en el tema, que hace varios años


observó: “Encuentro imposible creer que un mayor hacinamiento conduzca a una mayor


calidad de vida.” (Smil, 1993: 207).


7.2. Población y uso sostenible del espacio




Aunque gran parte de la literatura sobre población y medio ambiente ha enfatizado

la idea de una carrera entre la población y los recursos naturales, en donde la primera está


continuamente en riesgo de rebasar a los segundos, existe otra perspectiva complementaria


que está más preocupada por la dimensión espacial de la población y las dinámicas


ODM 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente 397




ambientales. Una variante importante de esta perspectiva tiene sus raíces en el debate acerca

de la


(Marquette y Bilsborrow, 1994; Cohen, 2005), y su versión más reciente, la


 




capacidad de carga de la Tierra (el número de personas que el planeta puede sustentar)huella ecológica(el área de tierra per cápita que se necesita para sostener a una población con un nivel de vida

dado a largo plazo) (Wackernagel y Rees, 1996).


Este debate está íntimamente vinculado con el tema de las tendencias poblacionales y las


políticas diseñadas para influir en ellas. De acuerdo con algunos, estos conceptos reflejan un


fuerte sesgo hacia el control poblacional. Otros han cuestionado la naturaleza por persona


de las huellas, argumentando que el modelo favorece a los hogares con más hijos: un hogar


grande con diez hijos tiene una huella


de su tamaño habitada por una sola persona. Este es considerado un resultado adverso, ya


que tener más hijos contribuye a la sobrepoblación global, con altos costos ecológicos en el


futuro (Van den Bergh y Verbruggen, 1999).


Una de las conclusiones que han surgido a partir de algunos estudios basados en el


concepto de la huella ecológica es que, dados los niveles de consumo actuales, el mundo ya


ha excedido su nivel máximo de uso sostenible del espacio en alrededor del 20%, lo cual


significa que está usando recursos en formas que no resultan sostenibles a largo plazo. Se dice


que Europa, en particular, tiene una huella ecológica del doble de los recursos territoriales


disponibles en el continente (European Environment Agency, 2005). En la región de ALC,


la situación es más variada, tal como se muestra en el Cuadro 7.1. Aunque una gran parte


de la región (Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Perú, y otros) todavía tiene razones entre


su huella ecológica y su biocapacidad que se encuentran bastante por debajo de 1, varios


países ya han excedido este límite: Costa Rica, Cuba, la República Dominicana, El Salvador,


Haití, Jamaica, Trinidad y Tabago, y -más significativamente a consecuencia del tamaño del


país- México. Estas conclusiones son más pesimistas que las estimaciones de la capacidad


de sustento iniciales basadas en la producción potencial de alimentos. Higgins et al. (1982),


por ejemplo, estimaron la población potencial de México en el 2000 en 183.3 – 696.2


millones, dependiendo del nivel de los insumos tecnológicos usados, mientras que Haití y


Jamaica podrían soportar poblaciones de 4.0 – 11.4 y 2.2 – 9.2 millones, respectivamente.


Sus estimaciones para América Central en su conjunto (incluyendo México y el Caribe)


eran de 292.3 – 1,293.4 millones, y para América del Sur de 1,417.6 – 12,375.3 millones.


Planteando una perspectiva diferente, menos agregada, acerca del uso sostenible del


espacio, Martine (2000) sugiere que es necesario reorientar la discusión acerca de la relación


entre la población y el medio ambiente. Si bien está de acuerdo con la idea de que cualquier


crecimiento poblacional dado tiende a empeorar las cosas al momento de surgir un desafío


ambiental, descarta la linealidad y la uniformidad entre los dos procesos, y destaca que,


más allá del crecimiento poblacional, los patrones espaciales de producción y consumo


en el mundo en vías de desarrollo juegan un papel crucial en la definición del uso de los


recursos naturales.


 

 


 



por persona más pequeña que una casa de la mitad398 Contribuciones Potenciales a la Agenda de los ODM Desde la Perspectiva de la CIPD

 


 



Cuadro 7.1: Huella ecológica vs. biocapacidad per cápita para países de la región de ALC (2002)




País Huella ecológica/cápita * Biocapacidad/cápita * Razón




Argentina 2.2 6.7 0.33

Bolivia 2.0 15.4 0.13


Brasil 2.1 10.1 0.21


Chile 2.2 5.4 0.41


Colombia 1.2 3.6 0.33


Costa Rica 2.0 1.5 1.33


Cuba 1.7 0.8 2.13


Ecuador 1.4 2.3 0.61


El Salvador 1.2 0.6 2.00


Guatemala 1.2 1.3 0.92


Haití 0.6 0.3 2.00


Honduras 1.3 1.8 0.72


Jamaica 1.7 0.5 3.40


México 2.4 1.7 1.41


Nicaragua 1.2 3.6 0.33


Panamá 1.7 2.6 0.65


Paraguay 1.9 5.4 0.35


Perú 0.9 4.2 0.21


República Dominicana 1.6 0.8 2.00


Trinidad y Tabago 4.3 0.4 10.75


Uruguay 2.1 7.5 0.28


Venezuela 2.3 2.4 0.96


*Ambas están medidas en hectáreas globales, es decir, hectáreas con una productividad igual al promedio mundial.


Fuente: European Environment Agency, 2005


Como modificar el crecimiento poblacional es un proceso a largo plazo con una gran

cantidad de inercia incorporada, la idea es que centrarse en estos procesos espaciales, que


son más susceptibles de cambio a corto plazo, puede ser una opción más viable en términos


de políticas:


“Detener el crecimiento poblacional no será fácil o rápido (…). La sostenibilidad seguiría

siendo problemática, incluso si de alguna manera pudiera detenerse abruptamente el


crecimiento poblacional el día de hoy.” (Martine, 2000: 5)


En pocas palabras, la idea aquí es que, como la inercia demográfica y el ímpetu poblacional

probablemente impedirían la eficiencia de las intervenciones en el crecimiento demográfico


por el siguiente medio siglo aproximadamente, los diseñadores de políticas tendrían más


éxito si emprendieran acciones en cuanto a cómo se usa un territorio, en comparación con


sencillamente intentar determinar cuántos lo usan. A nivel local, la abrumadora mayoría de


las decisiones en materia de políticas involucran a la dimensión espacial. La racionalidad de


la ocupación es la clave para el uso sostenible del espacio, y el potencial de planificación de


las ciudades para modificar los entornos urbanos es fundamental.


A menudo se afirma que el objeto de la planificación demográfica racional debería ser


una “distribución balanceada” de la población, un término que rara vez es aclarado. Sin


embargo, si una “distribución balanceada” implica una densidad demográfica homogénea,


este es probablemente uno de los peores escenarios concebibles. Más que una amenaza


ODM 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente 399




a la estabilidad ambiental, tal como lo implican el sentido común y los alarmistas, la

concentración de la población urbana en realidad puede ser una solución para dar cabida a


las personas en formas que sean costo-eficientes. En el caso de la deforestación, por ejemplo,


la relación es inversa:


Cuadro 7.2: Densidades poblacionales urbanas y rurales para el mundo y la región de ALC por

principales zonas ecológicas



Zona ecológica

Mundo Región de ALC


Proporción de


tierra urbana


Densidad


poblacional


urbana/km2


Densidad


poblacional


rural/km2


Proporción de


tierra urbana


Densidad


poblacional


urbana/km2


Densidad


poblacional


rural/km2


Costera

Cultivada


Árida


Boscosa


Aguas interiores


Montaña


General


10.2%


6.8%


2.1%


2.0%


3.2%


1.7%


2.8%


119


793


749


478


826


636


770


69


70


20


18


25


26


25


8.8%


4.6%


2.7%


1.2%


2.8%


2.7%


2.6%


789


548


541


685


655


746


656


1511767


14


9


Fuentes: CIESIN et al., 2004 a b


“Otra pregunta importante sin responder es de qué manera los pronósticos de urbanización

(la proporción cada vez mayor de la población que vive en áreas urbanas) para los países


en vías de desarrollo (…) incidirán en la cubierta forestal y el uso de recursos. Es posible


postular una relación inversa entre la urbanización y la pérdida de la cubierta forestal


con base en la experiencia de los países desarrollados del mundo (…). Aun cuando


la investigación sobre el cambio en el uso de la tierra y la cubierta forestal aborda la


importancia del contexto local en la deforestación (Geist y Lambin, 2002), ofrece poca


orientación para medir los efectos de la urbanización futura en la cubierta forestal en


el mundo en vías de desarrollo.” (Bremner y Bilsborrow, 2005: 6)


En las áreas urbanas existen otros recursos que se usan más intensivamente. La emisión

de gases de efecto invernadero, por ejemplo, tiende a incrementarse con la urbanización


(Bremner y Bilsborrow, 2005). En su mayor parte, sin embargo, la urbanización no es un


problema per se, a pesar de que el desarrollo urbano que ignora sus implicaciones ecológicas


puede crear muchos problemas. Es necesario distinguir entre los impactos a menudo


negativos del desarrollo urbano en los servicios de los ecosistemas y las comparaciones a


menudo positivas que pueden hacerse entre el desarrollo urbano bien ordenado y las opciones


de desarrollo alternativas menos urbanas. La optimización del uso racional de los recursos


exige la concentración de la mayoría de la población en aglomeraciones de alta densidad, en


donde los servicios ambientales pueden ser provistos de manera costo eficiente, mientras que


una proporción relativamente pequeña de la población debería asentarse en comunidades


pequeñas y dispersas, aprovechando una tecnología agrícola altamente capitalizada y eficiente.


Los asentamientos rurales dispersos pueden provocar una fragmentación de la vegetación


mayor que aquella provocada por la concentración de la población urbana, con un fuerte


impacto negativo en los sistemas de aguas interiores. La concentración de la población en


áreas urbanas hace más fácil tratar las agua residuales y evitar la contaminación, ya que las


400 Contribuciones Potenciales a la Agenda de los ODM Desde la Perspectiva de la CIPD




fuentes de contaminación localizadas tienen mayores probabilidades de ser controladas o

eliminadas. También existen muchas formas de reutilizar las aguas residuales urbanas y de


practicar el ordenamiento de la demanda con fines de conservación. En lo que respecta


a las tierras áridas, se ha sugerido que el desarrollo urbano implica un menor riesgo de


desertificación que el desarrollo agrícola (Portnov y Safriel, 2004). La palabra clave es


la planificación urbana, es decir, tomar en cuenta las necesidades de la población y las


condiciones ambientales de un entorno particular, aquello a lo que Hogan (2002 b) se


refiere como “las vocaciones económico-ambientales socialmente determinadas”.


La reciente Evaluación de los Ecosistemas del Milenio coloca los aspectos positivos y


negativos lado a lado:


“En parte como resultado de las demandas que los sistemas urbanos imponen a los

ecosistemas en la región circundante, las ciudades y los pueblos a menudo son presentados


como ambientalmente perjudiciales. Esto es engañoso, particularmente si el bienestar


humano es una preocupación central. Si las actividades y los residentes urbanos se


desplazaran a áreas rurales, las demandas impuestas a los ecosistemas se dispersarían más,


pero no se reducirían. Y no obstante, a pesar de que desde una perspectiva de los ecosistemas


la urbanización es preferible a la mayoría de las alternativas rurales que involucran


niveles de producción económica similares, las presiones urbanas se están incrementando


rápidamente como resultado del crecimiento poblacional, el crecimiento económico y la


urbanización. Además, para los ecosistemas contiguos, la concentración de personas y


actividades en las áreas urbanas puede ser una carga particular. Los centros urbanos en la


vecindad de ecosistemas frágiles son especialmente problemáticos. Las ciudades asociadas


con industrias altamente contaminantes típicamente tienen un impacto mayor en los


ecosistemas cercanos que aquellas dominadas por las industrias de servicios. Un desarrollo


urbano manejado deficientemente puede ser especialmente destructivo para los ecosistemas


cercanos.” (Millennium Ecosystem Assessment, 2005 a: 814)


En su tratamiento de la urbanización y la migración, en el documento

environment and poverty linkages


recientes en las orientaciones en materia de políticas, expresando una inquietud similar:


el enfoque de políticas adoptado por la mayoría de los países favorece a los programas de


desarrollo rural y urbano integrados que se adaptan a las dinámicas poblacionales, en lugar


de intentar modificarlas. Las políticas para el ordenamiento de la tierra y los programas de


asentamientos humanos típicamente incluyen medidas para mejorar la infraestructura y los


servicios, controlar la ubicación de las nuevas viviendas y, en general, garantizar un buen uso


de la tierra. A diferencia de las políticas adoptadas en la década de 1970 y 1980, son muy


pocos los intentos que se están haciendo para contener el crecimiento de las ciudades más


grandes. Redirigir el crecimiento poblacional a nuevas ciudades secundarias puede ser parte


de esa estrategia, aunque, en el estado actual, estas áreas urbanas ya están creciendo más


rápido que las metrópolis más grandes. El informe del


(UNFPA, 2007) apunta que las políticas pasadas para detener la migración rural a urbana


de manera general han sido en su mayor parte ineficaces, y que las acciones relacionadas con


 




Population,, el UNFPA (2001 a) llama la atención a las tendenciasEstado de la Población Mundial 2007ODM 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente 401

 


 



el crecimiento vegetativo generado internamente por las grandes áreas urbanas pueden ser

un enfoque más efectivo que tratar de detener la migración. Actuar sobre el crecimiento de


la población rural también puede ser parte de la respuesta, tal como lo expresan Singh et al.


(2003: 6) cuando afirman que “proveer servicios de SSR puede ayudar a estabilizar las áreas


rurales y desacelerar la migración urbana”.


Existe una gran confusión y una generalización indebida en lo que se refiere a los límites


de densidad poblacional máximos que pueden alcanzarse sin comprometer la calidad de vida


de una población. Por otro lado, existe un gran romanticismo indebido en lo que respecta


a los méritos de las densidades poblacionales bajas, a pesar de que hacen que la provisión


de servicios ambientales y sociales básicos resulte extremadamente costosa. Y, finalmente, la


relación que poblaciones particulares, con sus modos de producción específicos, mantienen


con sus medios ambientes no siempre ha sido apreciada correctamente. En particular,


es necesario calificar la idea de que las poblaciones indígenas ofrecen un modelo de una


relación no destructiva con el medio ambiente, ya que esto sólo se aplica en el contexto de


tecnologías simples y densidades demográficas extremadamente bajas.


Existen desventajas significativas asociadas con una población de baja densidad


distribuida uniformemente, incluso en las áreas rurales. En el caso de las áreas no cultivadas


y la diversidad de las especies, la concentración de la población es claramente preferible a la


dispersión. La teoría de la ecología forestal sugiere que los asentamientos dispersos pueden


ser bastante perjudiciales. Los asentamientos dispersos ubicados a lo largo de caminos, por


ejemplo, pueden crear islas de tierra boscosa o fronteras abruptas entre el bosque y las tierras


no ocupadas, lo cual puede resultar mucho más destructivo para las tierras sin cultivar que


un número pequeño de asentamientos concentrados que dejan tractos grandes y contiguos


de tierra intacta (National Research Council, 1986; Wilcove, McLellan y Dobson, 1986).


Las áreas con una densidad poblacional rural por encima del promedio a menudo tienen


una mejor posibilidad de desarrollarse y reducir la pobreza que áreas comparables con bajas


densidades poblacionales, tal como lo apunta Sachs con respecto a Asia y África:


“El campo asiático está densamente poblado, con una red de caminos relativamente

extensa que puede llevar fertilizante a las granjas y la producción de las granjas a los


mercados. Los agricultores usan fertilizantes e irrigación, y los niveles de producción


de alimentos son altos. Las agencias donantes le dieron un amplio apoyo al desarrollo


de nuevas variedades altamente productivas en Asia. Bajo estas condiciones, los


agricultores asiáticos pudieron adoptar variedades de cultivo altamente productivas


que dieron lugar a la famosa Revolución Verde, que incrementó la producción de


alimentos por agricultor. El campo africano está poblado mucho menos densamente,


con una ausencia de caminos para transportar fertilizantes y cosechas. Los agricultores


no usan fertilizantes en los cultivos de alimentos, y dependen de las lluvias, en lugar


de la irrigación.” (Sachs, 2005:70)


Los argumentos más famosos de este tipo han sido los planteados por Esther Boserup (1965),

y si bien son aplicables bajo ciertas circunstancias, están sujetos a un delicado equilibrio.



402 Contribuciones Potenciales a la Agenda de los ODM Desde la Perspectiva de la CIPD




Existen cantidad de ejemplos históricos de sociedades que rebasaron su trayectoria óptima

de densidad poblacional y desarrollo técnico y, en consecuencia, colapsaron (por ejemplo,


Taylor y Brander, 1998, sobre el caso de la Isla de Pascua).


“(…) las comparaciones entre países indican dos tendencias. Primero, la ‘respuesta

Boserupiana’, en el sentido de que los pobres y los hambrientos emprenderán acciones


para intensificar sus métodos agrícolas, deja de ser aplicable una vez que los países


alcanzan una condición caracterizada por altas densidades poblacionales rurales


(relativas a la capacidad de producción de la tierra), carencia de tierras y pobreza.


Segundo, en ausencia de oportunidades importantes para la migración urbana o


los ingresos no agrícolas, la alta fecundidad humana y, por lo tanto, el crecimiento


poblacional, incrementan la pobreza y, como se requiere de dinero para comprar


alimentos, el hambre.” (Young, 2005: 87)


Pender (2001), escribiendo sobre el caso de Honduras, reconoce que, si bien es cierto que

el crecimiento poblacional en ocasiones puede conducir a la innovación, la sostenibilidad por


lo general exige otras intervenciones, tales como el mejoramiento de caminos, oportunidades


de ingresos fuera de las granjas y nueva tecnología. Cuffaro (2001) analizó las respuestas de


la agricultura al crecimiento poblacional para 60 países en vías de desarrollo de 1962 a


1992, con el fin de verificar la hipótesis de Boserup en el sentido de que los agricultores


intensificarán sus métodos de cultivo al verse obligados a ello por la presión poblacional.


Sus resultados muestran un incremento en la razón mano de obra/tierra para 43 países, y


un incremento en la productividad en casi todos. Lo anterior sugiere que, hasta ahora, el


incremento poblacional ha conducido a la intensificación de los métodos de producción,


aunque en 12 países la productividad de la tierra se incrementó menos que la población.


El incremento en la productividad laboral, por otro lado, ha sido mucho más pequeño,


manteniéndose casi estacionaria en 12 países y disminuyendo en 5. Como el crecimiento


poblacional a menudo está asociado con la falta de tierras, las personas sin tierras no se


benefician de cualquier incremento en la productividad de la tierra y, en consecuencia, el


proceso puede exacerbar la desigualdad en el ingreso. Otros efectos secundarios no deseables


incluyen la degradación de los terrenos comunales, limitaciones al uso de los insumos y una


aplicación ineficaz de la investigación agrícola. El autor concluye que, en algunas áreas de


agricultura intensiva muy pobres y densamente pobladas, la intensificación adicional puede


resultar muy costosa y el crecimiento de la demanda efectiva demasiado lento como para


proveer incentivos para los cambios tecnológicos Boserupianos.


En la región de ALC, considerando sus altos niveles de urbanización, la intensificación


agrícola es un asunto de menor importancia. El dar cabida al crecimiento urbano en áreas


ambientalmente apropiadas, tal como Martine (2000) y Hogan (2002 b) lo han sugerido, es


una inquietud más central. El programa Habitat, por ejemplo, es el instrumento de política


pública mexicano diseñado para organizar el crecimiento urbano, construir y ordenar los


espacios urbanos, darles un valor social y mejorar los niveles de vida de la población de las


áreas urbanas pobres. Habitat le presta mucha atención a la situación de las mujeres en esos


hogares, especialmente si son jefas de familia, reconociendo con ello la interrelación entre la


planificación urbana y los roles de género.


ODM 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente 403




Una aplicación sistemática de la perspectiva del uso sostenible del espacio exige que la

población sea un elemento integrador en cualquier política de planificación territorial a nivel


nacional o local. Los programas de Zonificación Económica-Ecológica, alentados y financiados


por el Banco Mundial en los países de la región, se basan en esta suposición. El UNFPA


también ha emprendido algunos pasos iniciales en esta dirección, con proyectos y actividades


en Colombia, Ecuador, México y Nicaragua. El proyecto de Colombia, en particular, ha


producido un número de documentos (Colombia, 2004 a b) para ayudar a orientar el proceso


de planificación municipal en este sentido. Lo que estos proyectos y actividades han dejado


claro es que no es posible llevar a cabo una planificación territorial significativa estrictamente


en términos físicos o legales, sin referencia a un contexto poblacional.


7.2.1. El papel de la migración




El PdA de la CIPD reconoció a la distribución poblacional como parte de la dinámica

demográfica más amplia, y abordó estos temas tanto en el capítulo sobre sostenibilidad (III)


como en el de migración (IX), aunque fue relativamente poca la atención que se prestó al


desarrollo de las interrelaciones pertinentes. Esto contrasta con la literatura sobre población


y medio ambiente, que por lo general considera que los factores migratorios son bastante


importantes, particularmente a nivel local:


“Para el uso y la preservación de los recursos naturales, luego entonces, la movilidad

poblacional es el factor demográfico más significativo. El lugar donde la población vive,


trabaja y juega siempre tendrá un impacto en la naturaleza, y viceversa.” (Hogan,


2002 a: 5)


“La migración, en su sentido más amplio, incluye procesos tales como la urbanización, el


turismo y los recorridos a y desde el sitio de trabajo, todos los cuales pueden transformar


radicalmente la relación entre la población nativa o residente y su medio ambiente.”


(Zaba y Clarke, 1994: 13)


Uno de los cambios demográficos más notables de las últimas dos décadas es la

disminución de las tasas de migración en América Latina, especialmente la migración


rural-urbana (Busso, 2006). En el futuro a corto plazo, será importante considerar sus


consecuencias para el crecimiento urbano y el potencial de mejoramiento de la calidad


de vida. Por otro lado, el enfoque predominante en la migración rural-urbana a menudo


impide la apreciación correcta de la migración rural-rural, que en muchos países es la forma


de movilidad espacial predominante (Bilsborrow, 2002). Como resultado de su alto nivel de


urbanización, esto es menos cierto en la región de ALC que en otras partes, pero el hecho es


que en algunos países latinoamericanos, tales como Guatemala (IARNA/URL/IIA, 2006),


la migración rural-rural continúa siendo importante o incluso predominante.


En teoría, la migración afecta tanto a las áreas de origen como de destino, pero la


investigación acerca de sus efectos en las áreas de origen, en donde podría, por ejemplo, aliviar la


presión poblacional o, por el contrario, alterar la estructura social existente, es extremadamente


escasa. Preston (1998) sugiere, por ejemplo, que en el Valle Camacho de Bolivia la emigración


404 Contribuciones Potenciales a la Agenda de los ODM Desde la Perspectiva de la CIPD




condujo a un pastoreo menos intensivo y a un mejoramiento del medio ambiente. Pero en

los Andes Peruanos, Collins (1986) encontró que la emigración condujo a un agotamiento


de la mano de obra, lo cual dificultó el mantenimiento de las terrazas en las montañas y, en


consecuencia, agravó la erosión de la tierra. En la práctica, el enfoque de la investigación


se ha centrado en los efectos de la migración en las áreas receptoras, particularmente en la


deforestación resultante del asentamiento de migrantes en áreas boscosas.


La expansión agrícola es la principal causa inmediata de la deforestación en todas


las partes del mundo; en la región de ALC, la agricultura permanente es responsable de


aproximadamente la mitad del problema (Geist y Lambin, 2002). La conexión entre


los caminos y la expansión agrícola (y especialmente la ganadería) es particularmente


importante en la región de ALC (por ejemplo, Wahl, Limachi y Barletti, 2003). Algunos


(Allen y Barnes, 1985) han llegado al punto de calificar al crecimiento poblacional local


como la principal causa de la deforestación, pero es probable que esto le reste importancia


al papel jugado por otros determinantes. Según el meta-análisis de Geist y Lambin, los


factores demográficos derivan su importancia de su combinación con factores económicos,


institucionales, tecnológicos y culturales: el 61% de los 152 casos de deforestación que


evaluaron a nivel mundial (el 53% de los casos, entre aquellos de la región de ALC) podían


relacionarse con la dinámica poblacional humana. En el 47% de los casos, los factores


demográficos -especialmente la inmigración de agricultores a zonas boscosas fronterizassubyacen


directamente a la expansión de pastizales y tierras de cultivo. En términos generales,


esto confirma la idea de que aproximadamente la mitad de la variación en la extensión de


la deforestación es explicada por la variación en la población (Mather, Needle y Fairbairn,


1998, 2000), pero no de manera aislada.


Kaimowitz y Angelsen (1998), entre otros, han apuntado que la población también


puede tener impactos indirectos considerables a través de sus efectos en los mercados


laborales, la demanda de productos agrícolas y forestales, y el cambio tecnológico o en


materia de políticas/institucional inducido. Aide y Grau (2004), por ejemplo, apuntan que


la deforestación de tierras bajas para el pastoreo de ganado y la agricultura de roza y quema


en América Latina es lo que más ha llamado la atención de los esfuerzos conservacionistas,


pero la importancia relativa de estos factores impulsores de la deforestación está cediendo el


paso a efectos mucho más indirectos:


“Hoy en día, la producción de frijol de soya -la mayor parte de la cual es enviada a

China para consumo animal- es la principal causa de deforestación de millones de


hectáreas de bosques estacionalmente secos en el Brasil, Bolivia, Paraguay y Argentina.


(…) En las tierras bajas y los valles fértiles, las pequeñas granjas han sido convertidas a la


agricultura moderna a gran escala, lo cual frecuentemente conduce a una disminución


en la demanda de mano de obra y a la migración rural-urbana.”


Geist y Lambin (2002) estimaron estos efectos con base en sus estudios de caso, concluyendo

que daban cuenta del 12%, 41% y 13% de sus casos, respectivamente, con la demanda


de productos de madera constituyendo el factor más importante. Excluyendo aquellos


ODM 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente 405




casos en los que existe una superposición de factores, concluyeron que los impactos

poblacionales indirectos daban cuenta del 54% de los casos. Combinando estos casos con


los impactos poblacionales directos del párrafo anterior, encontraron que la población


estaba directa o indirectamente involucrada como factor causal en el 76% de los casos de


deforestación que evaluaron.


En la región de ALC, más que en cualquier otra parte, la combinación de la disponibilidad


de tierras y la migración es un importante factor explicativo de la deforestación. Se ha


reportado que los factores económicos impulsan a los factores demográficos, por ejemplo, en


las áreas fronterizas de Bolivia, el Brasil, Colombia, Costa Rica, la República Dominicana,


Ecuador, Honduras y el Perú, en donde la inmigración de los colonizadores al interior de


las área boscosas -y, en mucho menor medida, el crecimiento local y la densidad poblacional


en aumento- contribuyen a la deforestación. En particular, el crecimiento de la agricultura


de cultivo comercial mecanizada y moderna para exportación puede empujar a la migración


a la frontera. Únicamente en las laderas y las zonas de tierras bajas de Bolivia y en la región


de Napo del Perú, Colombia y Ecuador, la demanda internacional de cocaína atrae a los


migrantes y ocasiona deforestación, aunque menos que la creación de pastizales para ganado


y otras expansiones de tierras de cultivo. En unos cuantos casos, el crecimiento industrial


local, como es el caso de la exploración petrolera o la tala forestal comercial, y los bajos


precios de la tierra pueden inducir la inmigración (Geist y Lambin, 2002).


A diferencia del crecimiento migratorio, el crecimiento poblacional natural tiene un


impacto mucho menor como factor impulsor de la deforestación. Estudios sobre áreas


ecológicamente frágiles muestran que “existe una inmensa variación geográfica en la presión


poblacional, que puede tener poca relación con la densidad poblacional” (Zaba y Clarke,


1994: 20). Sin embargo, la inmigración de colonizadores al interior de áreas forestales


escasamente pobladas muestra una influencia claramente negativa en la deforestación, a


través del incremento en la densidad poblacional:


“La inmigración y, en mucho menor medida, el crecimiento poblacional natural,

impulsan la expansión de las tierras de cultivo y los pastizales en el 47% de los casos


en África y América Latina (22% en Asia), concomitantemente con otros factores


determinantes subyacentes (…). La expansión de los pastizales emerge exclusivamente


a partir de los casos sudamericanos en el continente, en asociación con procesos tanto de


colonización planificada como de asentamientos espontáneos por parte de agricultores


colonizadores.” (Geist y Lambin, 2002: 149)


El efecto puede ser particularmente perjudicial en el caso de las áreas fronterizas. Pfaff (1999),

en su estudio a nivel de condados de la región brasileña del Amazonas entre 1978 y 1988,


concluyó que la migración a “condados vacíos” tuvo un impacto significativamente más


En un interesante trabajo complementario, Geist y Lambin analizan cómo es que la identificación de los factores demográficos, económicos,

tecnológicos, de políticas o institucionales, lo mismo que culturales o sociopolíticos, como determinantes de la deforestación, varía


dependiendo de la formación disciplinaria de los autores que realizan los estudios respectivos. Los ecólogos y los geógrafos, en particular, no


son proclives a prestar gran atención a ninguno de estos factores, mientras que los factores demográficos tienen mayores probabilidades de


ser reconocidos por economistas, sociólogos e historiadores.


406 Contribuciones Potenciales a la Agenda de los ODM Desde la Perspectiva de la CIPD




importante que el mismo incremento poblacional absoluto en áreas previamente ocupadas.

Similarmente, Cruz (1999), en su estudio sobre Costa Rica, atribuyó una importante


influencia negativa a la migración de campesinos sin tierras a las áreas agrícolas fronterizas.


Incluso en un contexto de tasas de crecimiento rural bajas, el movimiento interno


producido por la migración rural-rural puede estimular la deforestación. Adicionalmente,


tal como lo hace notar Bilsborrow (2002: 82), es a través de la migración que el incremento


natural se propaga de un ecosistema al siguiente:


“Si bien las presiones poblacionales rurales cada vez mayores no pueden ser consideradas

como una causa inmediata e importante de la deforestación reciente en el Amazonas


brasileño (ya que la población rural del Amazonas, al igual que aquella del Brasil en


su conjunto, ha estado disminuyendo), esta visión agnóstica ignora los efectos de la


alta fecundidad y el crecimiento poblacional en las áreas de origen de muchos de los


migrantes colonizadores del Amazonas.”


Migración: ¿benéfica o perjudicial para el medio ambiente?




En general, es difícil generalizar en cuanto a si la migración es benéfica o perjudicial

para el medio ambiente, ya que esto depende de muchos otros factores. De acuerdo con


Cassels et al. (2005), un factor intermediario importante es el grado de incorporación


de los migrantes a la comunidad local: un mayor grado de incorporación por parte del


migrante mediará el impacto de los efectos perjudiciales de un migrante sobre el medio


ambiente. Los modos de incorporación describen la recepción de los migrantes en los


lugares de destino. Estos incluyen a las políticas gubernamentales hacia los migrantes, las


percepciones públicas de los migrantes, el tamaño y la coherencia de los enclaves étnicos de


migrantes ya presentes en un destino, y otros factores. En este contexto, Cassels enumera


los siguientes problemas ambientales típicos asociados con la migración:


1. La perspectiva a corto plazo. Los migrantes a menudo tienen actitudes expansionistas


que no consideran los efectos a largo plazo de la extracción de recursos y el uso de


la tierra (por ejemplo, Pichón, 1997)


2. La pobreza. Los migrantes tienen más probabilidades de ser pobres que los no


migrantes. Los pobres y los hambrientos a menudo cosechan en exceso y degradan


su medio ambiente circundante para sobrevivir. Es probable que un migrante


empobrecido no pueda practicar una extracción de recursos sostenible con el fin de


garantizar la productividad ambiental futura, cuando las necesidades de consumo


inmediatas son tan fuertes (Broad, 1994).


3. La aplicación errónea de la tecnología. Los migrantes pueden usar una tecnología


inapropiada para la extracción de recursos naturales, la cual puede ser insostenible.


Los cambios tecnológicos impuestos por los migrantes sin un conocimiento del


contexto social y ecológico tienen más probabilidades de fracasar y reducir la


resiliencia ecológica. En la Reserva de la Biósfera de Calakmul, en México, por


ODM 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente 407




ejemplo, la degradación ambiental ha sido el resultado del uso de cosechas y

tecnologías por parte de los colonizadores recién llegados que son inapropiadas para


el área (Ericson, Freudenberger y Boege, 1999; para otros ejemplos, ver Begossi,


1998; Perz 2003).


4. Las normas sociales y los regímenes de propiedad comunal. Los migrantes a menudo


están desconectados de las expectativas y las normas sociales. El migrante, por


ejemplo, puede sentirse liberado de las normas familiares y las presiones sociales, y


puede sentirse anónimo al encontrarse en una nueva comunidad. Esto puede llevar


al migrante a tomar decisiones pobres y arriesgadas en lo que respecta a su conducta


sexual. La misma teoría puede ser aplicable a las decisiones de los migrantes


relacionadas con el uso de la tierra y la extracción de recursos sostenible.


La incorporación a la comunidad de destino juega un papel en cada uno de los puntos


anteriores. Si un migrante se incorpora a la comunidad, puede recurrir a los miembros de


esa comunidad para satisfacer sus necesidades inmediatas de supervivencia a corto plazo, de


modo que es probable que sus acciones no sean tan perjudiciales para el medio ambiente si


cuenta con apoyo para invertir en resultados a más largo plazo. Los migrantes pobres pueden


recurrir a la comunidad para obtener ayuda a corto plazo, en lugar de tomar decisiones no


sostenibles que pongan en peligro al medio ambiente natural. Los migrantes más integrados


también tienen más acceso a la tecnología apropiada y al conocimiento local acerca de los


recursos de la comunidad. Por último, los migrantes que se integran a una comunidad


(por ejemplo, a través del matrimonio) pueden estar sujetos a la presión social de cumplir


con reglas y reglamentos locales, tales como los regímenes de propiedad comunal, y de


tomar menos decisiones riesgosas. Por ejemplo, la pesca con dinamita puede satisfacer las


necesidades inmediatas y suministrar mucho pescado, pero el individuo puede arriesgarse


al desprecio por parte de la comunidad por la falta de consideración hacia la sostenibilidad


a largo plazo de los arrecifes y, por ello, prefiere evitar esas acciones. Pero el hecho de que la


“conectividad social” de los pequeños agricultores puede estar relacionada con su situación


migratoria no es reconocido universalmente. Pretty y Ward (2001), por ejemplo, en su


extensa revisión de la literatura acerca del capital social y las instituciones de ordenamiento


ambiental, no la mencionan como un factor que podría interferir con la facilidad con la que


pueden formarse dichas instituciones.


Modelo de interrelaciones entre población, desarrollo y medio ambiente:

una aplicación a la península de Yucatán en México



En el país de Mauricio, Lutz (1994) desarrolló un modelo de las interrelaciones entre

población, desarrollo y medio ambiente, con el objetivo de producir instrumentos de


planificación. A este modelo le siguieron una serie de otros estudios de país realizados


por el International Institute for Applied Systems Analysis (IIASA), todos los cuales


408 Contribuciones Potenciales a la Agenda de los ODM Desde la Perspectiva de la CIPD




siguieron una metodología similar. En la Península de Yucatán, en México, al igual que

en varios países africanos (Cabo Verde, Mozambique, Botswana, Namibia y Egipto), Lutz


y sus colaboradores buscaron desarrollar modelos holísticos que pudieran contribuir a


la planificación regional y nacional. El componente poblacional, en su parte medular,


fue estandarizado y permitió un grado de comparabilidad para los estudios, a pesar de


importantes diferencias locales. De hecho, el resultado más significativo de estos estudios


fue el fortalecimiento de la complejidad de las relaciones población-medio ambiente,


con énfasis en el contexto local. En cada uno de los países, la historia de la ocupación


humana del territorio y las dotaciones de recursos naturales fueron factores determinantes


en la ecuación población-desarrollo-medio ambiente. En Cabo Verde, por ejemplo, los


emigrantes y sus remesas fueron características fundamentales de una economía cuyas


principales fuerzas impulsoras están fuera del país (Wils, 1996), mientras que en Egipto el


tema central es aquel del agua (POPNET, 2004). En Botswana, Namibia y Mozambique,


las relaciones población-medio ambiente no pueden ser consideradas hoy en día fuera del


contexto de la epidemia del SIDA (IIASA, 2001). Para la región de ALC, el estudio más


pertinente del IIASA se llevó a cabo en la Península de Yucatán. Este estudio subraya la


importancia de los contextos históricos y ecológicos:


“El que un ecosistema dado pueda sustentar a una cierta población humana no es

simplemente una cuestión del tamaño de la población, como es el caso de la capacidad


de sustento de las poblaciones animales. También depende de la conducta, el estado


de desarrollo económico, la tecnología, e incluso la cultura y las instituciones sociales


de la población específica bajo consideración (…) Similarmente, el impacto de la


población humana en el ambiente (…) depende no sólo del número de personas,


sino de los patrones de producción y consumo de estas personas y también, desde


luego, de la fragilidad del ecosistema específico.” (Lutz, 2000: iv)


Entre las características contextuales consideradas para el estudio sobre Yucatán estuvieron

la historia maya del área, sus recursos hídricos, su potencial turístico y las actividades de


pesca comercial (Lutz, Prieto y Sanderson, 2000). Carr (2003), que entrevistó a líderes


comunitarios en 28 comunidades de origen de migrantes al Parque Nacional de la Sierra


Lacandona en la Guatemala rural, encontró que la migración a menudo era impulsada por


los tamaños de hogar grandes. El hecho de que la migración rural-rural en América Latina


es en su mayoría masculina, mientras que las mujeres tienden a migrar a las áreas urbanas,


también significa que la deforestación está principalmente asociada con la migración


masculina (Barbieri y Carr, 2005).


7.2.2. El papel de los factores de género




El papel de los factores de género en los problemas ambientales es un tema bastante

discutido, pero sus connotaciones precisas dependen de la forma en la que la relación


esté estructurada. En este contexto, sería necesario distinguir entre por lo menos tres


aspectos diferentes:


ODM 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente 409




1. Las diferencias en las

mujeres, como resultado tanto de factores biológicos innatos como de la exposición


diferencial resultante de las actividades y conductas específicas de los géneros.


2. Los factores de género inciden en la forma en la que las poblaciones humanas


interactúan con sus entornos


puede implicar una mayor presión sobre los recursos o, por el contrario, formas


más protectoras de ocuparse de la naturaleza. Esto involucra problemas tales como


la lluvia ácida, la contaminación del aire y el agua, la desertificación y otras formas


de degradación de la tierra, inundaciones y accidentes ambientales localizados.


3. Los factores de género que pueden resultar pertinentes a escala


a problemas ambientales importantes tales como el agotamiento de la capa de


ozono, los cambios climáticos globales y la acumulación de desechos químicos o


radioactivos, combinados con el agotamiento de sumideros, la apropiación excesiva


de la biomasa por parte de los humanos y la pérdida de la biodiversidad.


Con respecto al primer punto, la mayoría de los especialistas están de acuerdo en que


los impactos negativos de muchos problemas ambientales son más fuertes para las mujeres


que para los hombres. Estos impactos pueden ser de dos tipos: la asignación de una mayor


cantidad de tiempo para la realización de tareas tradicionales, o consecuencias para la salud


de la mujer y sus hijos. En lo que se refiere al primero, se ha observado que la leña, el forraje


animal y el agua se están volviendo cada vez más escasos en ciertas partes del mundo, y


que las mujeres son las más afectadas por esas escaseces (Braidiotti et al., 1994; Rodda,


1991). Considerando que las mujeres por lo general se encuentran a cargo de los enfermos,


las consecuencias para la salud de la familia también resultan onerosas para el tiempo de


las mujeres. Una descripción general de las consecuencias para la salud diferenciales de los


impactos ambientales para las mujeres, en comparación con los hombres, puede encontrase


en Sims y Butter (2000), que sugieren que son las mujeres las que resisten el embate de las


consecuencias ambientales negativas para la salud, incluso con respecto a aquellos problemas


en los que la sabiduría convencional le atribuye una desventaja a los hombres, tales como la


exposición a los pesticidas. Se estima, por ejemplo, que los trabajadores de la industria de la


floricultura en Colombia están expuestos a 127 diferentes tipos de químicos, muchos de los


cuales han sido prohibidos en los EEUU y el Reino Unido (WEDO, 1999). Es importante


hacer notar, sin embargo, que de acuerdo con una evaluación reciente realizada por la OMS


(2006: Capítulo 5), el 33% de la carga masculina del cáncer de pulmón y el 18% de otros


tipos de cáncer en los países en vías de desarrollo puede atribuirse a factores ambientales (en


un sentido amplio), en comparación con el 25% y el 16%, respectivamente, en el caso de las


mujeres. En el caso de las enfermedades musculo-esqueletales provocadas por el trabajo pesado


o una ergonomía deficiente, los porcentajes son del 41% vs. el 32%, ya que se encontró que


los hombres se dedicaban con mayor frecuencia a ocupaciones que los exponían a riesgos. Se


encontró que las mujeres en los países en vías de desarrollo, por otro lado, presentaban un


riesgo claramente más alto de enfermedades respiratorias como resultado de la exposición en


interiores al humo y a otros contaminantes transmitidos por el aire.


 




consecuencias de los problemas ambientales para los hombres y laslocales, particularmente en las áreas rurales, lo cualglobal con respecto410 Contribuciones Potenciales a la Agenda de los ODM Desde la Perspectiva de la CIPD

 


 



Independientemente de cual sea el caso, el tema de las vulnerabilidades diferenciales

es de una consecuencia limitada en el contexto actual, que se ocupa principalmente de la


población y el género como causas o factores condicionantes del cambio ambiental. En este


sentido, Martine y Villarreal (1996) apuntan que la pertinencia de los factores de género


depende en buena medida del tipo exacto de las interacciones bajo consideración. Los


aspectos de género que inciden en la forma en la que las poblaciones generan un impacto en el


medio ambiente son pertinentes en su mayor parte a nivel local, particularmente en las áreas


rurales, pero los autores dudan que tengan una gran pertinencia para los principales temas


ambientales a escala global. Incluso apuntan que “aquellos países que han logrado la mayor


reducción en sus brechas de género (los países industrializados o desarrollados) actualmente


son los responsables de las principales formas de agotamiento de recursos y degradación


ambiental.” Admiten que algunos estudios han mostrado que las mujeres tienden a expresar


niveles más altos de preocupación hacia el medio ambiente que los hombres (por ejemplo,


Davidson y Freudenburg, 1996), pero consideran que la mayoría de esta discusión se ocupa


de temas ambientales secundarios o locales, y no se aplica a los problemas ambientales críticos


o globales. No existe evidencia, por ejemplo, de que las mujeres en los países desarrollados


usen recursos de manera más sostenible que los hombres en lo que a problemas ambientales


críticos se refiere. Tampoco existen movimientos de mujeres, o mujeres en roles de toma


de decisiones en la esfera económica o política, que promuevan efectivamente el cambio


drástico en los patrones de consumo de los ricos en todo el mundo que se necesitaría para


hacerle frente a los problemas que comprometen el futuro del planeta, u otras actitudes que


sean más coherentes con la sostenibilidad global.


El papel de los factores de género, por lo tanto, está en su mayor parte circunscrito a


los aspectos mencionados bajo el punto 2 anterior. En este contexto, se ha afirmado que la


participación plena de la mujer como administradora de recursos es esencial para el logro del


desarrollo sostenible (World Resources Institute/PNUMA/PNUD, 1994). Es muy probable


que las mujeres tengan una predisposición a practicar una agricultura sostenible y a mantener


la calidad de la tierra en general –precisamente como resultado de su fuerte dependencia


de los recursos naturales. Ejemplos de lo anterior son más fáciles de encontrar en África y


Asia que en la región de ALC, que está más urbanizada y en donde la participación de las


mujeres en la agricultura de subsistencia es más limitada. Un estudio realizado por el Banco


Mundial en Ghana, por ejemplo, encontró que las parcelas de las mujeres tenían una tasa


de disminución de fertilidad de la tierra más baja que la de los hombres, incluso dentro del


mismo hogar (Khandker y Udry, 1997). Es necesario darse cuenta, sin embargo, de que las


estructuras de género que mantienen a las mujeres en posiciones dependientes, en las que


dependen más de los recursos naturales, pueden ser las mismas estructuras que, en el extremo


positivo, predisponen a las mujeres a modos de agricultura más sostenibles. Esta situación no


es diferente de aquella de la conducta del campesino tradicional que, precisamente debido a


su falta de capital y tecnología, puede poseer un conocimiento más íntimo de esas prácticas


que el agricultor mecanizado moderno. Las dinámicas de género, más que los patrones de


conducta biológica innatos, son la clave para comprender esas relaciones. Así, mientras


ODM 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente 411




que los hombres por lo general se han dedicado a los cultivos comerciales (por lo general

monocultivos), las mujeres tienden a estar a cargo de los cultivos de subsistencia realizados


en los huertos caseros, con un alto grado de biodiversidad. En la región andina, las mujeres


plantan diferentes tipos de semillas de papa de acuerdo con su conocimiento tradicional,


con el fin de combinar los atributos deseables de resistencia a las heladas, valor nutricional,


sabor, rápido tiempo de cocción y resistencia a plagas, mientras que los hombres siguen el


consejo del extensionista de plantar sólo una especie (Bunning y Hill, 1996).


En este contexto, Martine y Villarreal son particularmente críticos de la noción de


que las mujeres son inherentemente mejores administradoras de recursos que los hombres,


y que tienen una relación privilegiada con la naturaleza derivada de los atributos de


cuidado, alimentación, sustento y no violencia que se dice son innatos en las mujeres, y


que las predispondrían a conservar el medio ambiente. Las ecofeministas, por ejemplo,


explican las relaciones de los hombres y las mujeres con la naturaleza usando un esquema


reminiscente de la noción de Lévi-Strauss’ de que las mujeres están relacionadas con la


naturaleza y los hombres con la cultura. El peligro obvio en esta posición es que contradice


el concepto del género mismo, ya que si la biología determina la relación de los hombres y


las mujeres con la naturaleza, entonces también determina los roles de género universales.


Exactamente de la misma forma en que los roles de género cambian con el tiempo y en


respuesta a circunstancias cambiantes, ningún tipo de conocimiento en particular puede ser


asociado con los hombres o las mujeres como tales, sino con sus atributos y sus conductas


sancionados y construidos culturalmente. Tal como lo afirma Rocheleau (1995) y lo citan


Martine y Villarreal: “Los límites del conocimiento que tiene en cuenta consideraciones de


género no son ni fijos ni independientes.”


Nada de esto niega, desde luego, que el poder de decisión acerca del uso de los recursos


naturales en la agricultura tradicional puede estar distribuido no sólo injustamente, sino


también irracionalmente desde el punto de vista de un manejo de recursos sostenible.


Independientemente de que la contribución de las mujeres se base en las características


femeninas innatas o en los roles de género adquiridos asociados con una división del trabajo


particular, es necesario que se le escuche y se le tome en cuenta en la implementación de las


políticas y los programas agrícolas:


“(…) el uso y la gestión por las mujeres de los recursos medioambientales locales es

fundamental para el bienestar del hogar y de la comunidad. Los servicios de difusión


agrícola están gravemente prejuiciados a favor de los hombres. Las acciones de educación


y difusión en apoyo de los cultivos sostenibles y los métodos de ordenamiento de los suelos


a menudo pasan por alto a las mujeres. Las leyes nacionales o las costumbres locales


La atribución de ciertas características innatas a las mujeres, que en realidad son determinadas por los patrones de las relaciones entre los

géneros existentes, no está limitada al área del género y el medio ambiente. Aunque esta línea de argumentación por lo general no es vista


de manera positiva por la literatura sobre el género, a menudo es utilizada en el discurso popular para argumentar que las mujeres tienen


una mayor aversión al riesgo y son más concientes de los intereses familiares colectivos que los hombres, supuestamente como resultado


de sus características innatas.


Para una discusión sistemática de las diferentes perspectivas teóricas sobre el género y el medio ambiente, además de una revisión histórica


de su influencia en las conferencias internacionales, particularmente en la región de ALC, ver Rico (1998).


412 Contribuciones Potenciales a la Agenda de los ODM Desde la Perspectiva de la CIPD




suelen denegar en la práctica a las mujeres el derecho de tener título de propiedad de

sus tierras o heredarlas, lo cual significa que no tienen garantía para solicitar crédito.


Cuando se les da la oportunidad, lo probable es que las mujeres estén predispuestas a


adoptar prácticas agrícolas sostenibles y de conservación de la calidad general de las


tierras, debido precisamente a que dependen en gran medida de los recursos naturales.”


(UNFPA, 2001 b: Cap. 4)


7.2.3. Distribución de la población y vulnerabilidad del medio ambiente




¿Pero cómo promover el uso sostenible del espacio desde una perspectiva poblacional?

Martine (2000) lista tres soluciones posibles: 1) identificar a las poblaciones en riesgo de caer


víctimas de desastres naturales tales como huracanes, terremotos, inundaciones y derrumbes,


que en el mejor de los casos requerirían de un reacomodo rápido; 2) identificar a los ecosistemas


frágiles que necesitan ser protegidos de la ocupación humana; y 3) ofrecer alternativas sociales


y económicas viables en las áreas que podrían albergar a las poblaciones redistribuidas.


“Si la distribución de la población es consecuente con la ubicación espacial de la

actividad económica, la reducción de la vulnerabilidad y la protección del medio


ambiente exigen un enfoque integrado hacia el desarrollo y el uso del espacio.”


(Martine, 2000)


Un estudio que examinó las situaciones ecológicas de diversos barrios afectados por

inundaciones y las características sociodemográficas de sus residentes fue realizado en


Brasil por Torres (1999). Tal como lo hace notar este autor, “la noción de riesgo cambia de


grupo social a grupo social, lo mismo que con el tiempo.” La tarea del analista es “buscar


las conexiones entre riesgo y condición socioeconómica, en el sentido de apuntar a una


comprensión de una dinámica socioambiental compleja y multifacética.” La combinación de


la información sobre el riesgo geográfico con la distribución poblacional ayuda a identificar


a las personas en riesgo, tomando en cuenta las redes de caminos para fines de evacuación y


socorro, los hospitales y las instalaciones de emergencia en la planeación de la respuesta, y la


distribución de la propiedad al estimar el daño.


En su revisión de la historia de los asentamientos de precaristas en América Latina,


Hardoy y Satterthwaite (1989) muestran que los gobiernos en la región siempre se han


opuesto a la migración rural-urbana y la urbanización. En consecuencia, los migrantes


fueron forzados a ocupar tierras marginales, ecológicamente frágiles o peligrosas, tales como


riberas o laderas empinadas. Esto ha contribuido enormemente a la escualidez y la miseria


de la nueva población urbana. Se estima, por ejemplo, que en Caracas el 67% de la tierra


ocupada por barrios no es adecuada para viviendas como resultado de su inestabilidad


geológica y los frecuentes derrumbes (World Resources Institute, 1997). En un futuro, esos


problemas seguramente se agravarán si la expansión urbana se deja a las fuerzas del mercado,


ya que muchas opciones anteriormente disponibles para las poblaciones urbanas de bajos


ingresos están desapareciendo. La falta de planificación anticipada para el acomodo de las


personas pobres ha contribuido grandemente a la degradación ecológica de las ciudades.


ODM 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente 413




En el momento en que los gobiernos locales finalmente deciden aceptar estos asentamientos

marginales como una realidad establecida y tratan de dotarlos de servicios mínimos o de


reducir sus impactos ecológicos negativos, los costos económicos de hacerlo se vuelven


astronómicos. La falta de planificación, la ubicación inadecuada, la falta de caminos de


acceso y la acumulación misma de las condiciones de miseria hacen prácticamente imposible


proveer servicios o reparar el daño ecológico acumulado a posteriori (Martine, Hakkert y


Guzmán, 2002).


El MDGR mexicano (2005) llama la atención al hecho de que las áreas metropolitanas


del país están sujetas a serios riesgos de desastres naturales de cara, entre otros factores,


al crecimiento urbano desorganizado. En los alrededores de las áreas planificadas de las


principales ciudades mexicanas proliferan los asentamientos humanos, contribuyendo a la


degradación ambiental de los biomas y los ecosistemas no protegidos. El informe afirma


que existen 74 áreas pobladas en las que 12 millones de personas viven expuestas a ciclones


tropicales. 22.2 millones de personas viven en áreas susceptibles de inundaciones, 20 millones


a actividades volcánicas, y 4.8 millones a derrumbes –totalizando aproximadamente 60


millones de mexicanos que enfrentan la posibilidad de ser evacuados de sus hogares. De


manera nada sorprendente, las familias más pobres son las más propensas a convertirse en


víctimas de desastres naturales, ya que viven en casas más precarias que no han sido dotadas


adecuadamente de infraestructura y acceso a los servicios públicos. De la misma forma, el


MDGR brasileño subraya que:


“Los grupos sociales más afectados son los pobres y la población afrodescendiente, que

viven en áreas con niveles mayores de inadecuación habitacional y tienen menores


condiciones de acceso a crédito inmobiliario.” (Brasil, 2004: 75)


El mismo documento destaca los esfuerzos del país para la prevención de desastres y para

reducir la magnitud de sus daños -aunque prevalecen las acciones correctivas, más que las


estructurales- a través de la capacitación a agentes de Defensa Civil y la implementación del


Centro Nacional para el Manejo de Desastres.


Meta 10: Reducir a la mitad, para el año 2015, el porcentaje de personas

que carecen de acceso a agua potable


7.3. Población y acceso a agua potable segura y saneamiento básico


A nivel mundial, el porcentaje de personas que carecen de acceso a agua tratada y

saneamiento ha permanecido prácticamente constante, en alrededor de 17%, a pesar del


incremento en la infraestructura durante la década de 1990 (UNFPA, 2003 a). Bremner


y Bilsborrow (2005) apuntan que, dado el incremento poblacional que tendrá lugar hasta


el 2015, el número adicional de personas que deberán recibir servicios es del orden de


entre 1,600 y 2,200 millones. Lo que hace que la situación sea peor es que, si el consumo


per cápita continúa su tendencia ascendente actual, alrededor de dos terceras partes de la


población mundial enfrentarán una escasez de agua moderada o severa. Los países de ALC


414 Contribuciones Potenciales a la Agenda de los ODM Desde la Perspectiva de la CIPD




están experimentando un intenso proceso de expansión en la cobertura de agua potable,

de acuerdo con la OMS/UNICEF (2005). En 1990 la cobertura era del 83%, habiendo


alcanzado un 89% para el 2002.


Existe un diferencial importante en términos de la distribución rural y urbana del


acceso al agua. De acuerdo con Lenton (2003), en 2000 la población urbana de la región de


ALC que carecía de servicios de agua mejorada era de tan sólo 6 millones, en comparación


con 34 millones en las áreas rurales. En el caso del saneamiento, estas cifras eran de 14


y 48 millones, respectivamente. Sin embargo, estas cifras cambian dramáticamente una


vez que se toma en cuenta el cambio poblacional. Como todo el crecimiento poblacional


en los años venideros será urbano, la necesidad de proveer agua y saneamiento básico


en las ciudades en realidad supera a aquella de las áreas rurales. En las áreas urbanas,


121 millones de personas requerirán de suministro de agua mejorada y 132 millones de


saneamiento mejorado, en comparación con 20 y 29 millones, respectivamente, en las


áreas rurales. Estas proyecciones se basan en tendencias agregadas que no toman en cuenta


que el crecimiento poblacional en las áreas urbanas subatendidas puede ser más alto que en


las áreas que ya cuentan con infraestructura adecuada. Si se toma en cuenta esta diferencia,


los requerimientos urbanos pueden ser incluso más altos, pero hasta donde sabemos esos


escenarios no han tenido lugar todavía.


De acuerdo con programa Habitat de las Naciones Unidas (2006), el 22% de los 2,600


millones de personas que carecen de acceso a saneamiento básico viven en áreas urbanas; en


el caso de los 1,000 millones de personas que carecen de acceso a agua tratada, la proporción


es del 15%. Considerando que la región de ALC tiene uno de los grados de urbanización


más altos del mundo, el logro de la Meta 10 en esta región se facilitará grandemente. Con


base en el análisis de la provisión de servicios en 43 países de bajos y medianos ingresos, el


informe argumenta que la provisión de agua y saneamiento es peor en los centros urbanos


pequeños, especialmente en aquellos con menos de 100,000 habitantes. Aparte de las


dificultades más grandes enfrentadas por las comunidades y los pueblos pequeños para


obtener préstamos para inversión, el costo del suministro de agua a los hogares individuales


en los pueblos pequeños puede ser prohibitivo. De acuerdo con el programa Habitat de las


Naciones Unidas (2006), la escala de las necesidades de agua y saneamiento en los centros


urbanos pequeños es extremadamente grande. A pesar de que una gran proporción de la


población global que carece de una provisión adecuada de agua vive en estos centros, la


mayoría de las estadísticas oficiales exageran la calidad y la magnitud de la provisión. Por


lo tanto, los medios y las estrategias necesarios para mejorar las condiciones de agua y


saneamiento de los pobres en las áreas urbanas pequeñas no son tan obvios. La gestión y


provisión de servicios a gran escala a través de alianzas públicas/privadas y la participación de


la comunidad pueden ayudar a reducir el costo del suministro e incrementar la posibilidad


de la recuperación de costos.


El Informe sobre el


fuertemente a favor de la planificación proactiva con respecto al inevitable crecimiento


poblacional. A la larga, resulta mucho más costo-eficiente planificar infraestructura


 

Estado de la Población Mundial 2007 (UNFPA, 2007) se pronuncia fuertemente.


ENTREVISTA A JUAN AGUSTÍN:


1.-¿Conoce los objetivos del desarrollo del milenio?


Sí, pero muy por encima.


2.- ¿Sabía que uno es Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente?


Sí, pero no lo conozco en profundidad.


3.-¿Qué cosas se están desarrolando en el pueblo para favorecer al medio ambiente?


En el ahorro energético, modificar el alumbrado, aislamiento térmico, medidas de ahorro de agua de sistema de goteo con temporizador.


4.- ¿Qué objetivos hay para los próximos años?


Seguir trabajando lo anterior.


5.- ¿Tienen las fábricas del pueblo alguna medida para favorecer el medio ambiente?


Yo, no lo se, pero seguro que ellos tienen alguna medida para no contaminar.


6.- ¿ Hay algun plan de reforestación en el pueblo?


Sí, ampliar las zonas verdes.


7.- ¿Realmente hay algún  sitio en el pueblo que favorezca el medio ambiente?


 Tenemos en el pueblo un punto limpio.


8.- ¿Conseguirá el pueblo un equilibrio medio ambiental?


Sí, pero costará trabajo.


9.- ¿Cree que conseguiremos los proyectos que existen para mejorar el medio ambiente?


Nos podremos aproximar pero será un trabajo muy duro y que requiere mucho esfuerzo.


 


 Realizado por: Mª Ascensión Organero, Alejandro Romero y Sara Poyatos Tello.


 



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Comentarios

  1. Hola! Soy Cristina, vuestra nueva profesora de Educación para la Ciudadanía. He estado revisando vuestro OdM, y creo que os falta poner el título al principio para que todo el mundo conozca en qué consiste este objetivo. También podría mejorar vuestra presentación colgando algunos gráficos o fotografías, como han hecho otros compañeros. Creo que sería necesario que buscaseis más información para dar a conocer cuál es la situación actual en el mundo con datos y estadísticas, etc., y por otro lado, qué es lo que se está haciendo para conseguirlo.

    Os veo en clase!

    | Responder Publicado 14 years, 1 month ago
  2. Muchas gracias Cristina.

    | Responder Publicado 14 years, 1 month ago


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