ODM 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente
provisión de la base ambiental y material, la energía y los ecosistemas de los que dependen
los procesos económicos (CEPAL, 2000 b). El ODM 7 está vinculado, por ejemplo, con
el ODM 6, ya que el combate de la malaria es una prioridad en materia de salud que está
relacionada con el medio ambiente, la vivienda y los patrones de asentamiento. En todo
esto, es necesario tomar en consideración las implicaciones de los factores demográficos,
ya sea porque el crecimiento poblacional tiene un impacto en la sostenibilidad ambiental y
produce vulnerabilidad ambiental, o porque la migración y otros componentes del cambio
demográfico influyen en el crecimiento de los barrios marginados urbanos y la deforestación
de los bosques tropicales, por mencionar sólo algunas de las interacciones pertinentes.
Una de las principales prioridades es la sostenibilidad del desarrollo, no sólo en
un sentido ambiental, sino también a lo largo del tiempo. Por otra parte, el desarrollo
sostenible debe verse a través de la lente de la cooperación internacional. En otras
palabras, la sostenibilidad ambiental está asociada con la construcción de alianzas globales,
considerando que, en el mundo de hoy, todos los países están interconectados y son
interdependientes. La escala global de la presión sobre el medio ambiente, ejemplificada
por problemas tales como el calentamiento global y el agotamiento de la capa de ozono,
subraya el hecho de que los países se están volviendo cada vez más interdependientes y
vulnerables. La sostenibilidad del medio ambiente (ODM 7), por lo tanto, depende de las
alianzas globales para el desarrollo (ODM 8).
Las relaciones con la pobreza (ODM 1) y, en menor medida, el género (ODM 3)
también son evidentes. En el caso de la pobreza, estas son claramente bidireccionales, ya que
la degradación ambiental puede ser la causa o la consecuencia de la pobreza de la población
que reside en áreas ambientalmente vulnerables. Un vínculo un tanto inesperado entre el
ODM 2 y el ODM 7 es el hallazgo realizado por algunos investigadores (por ejemplo,
Pichón, 1997) de que los colonizadores con niveles de educación más altos tienden a causar
más deforestación que aquellos con menos educación, posiblemente porque pueden disponer
de más recursos para la explotación económica de la tierra que ocupan. A la inversa, existe
una vinculación de la Meta 11 con el ODM 2, en el sentido de que los niños que viven en
áreas marginadas a menudo no tienen acceso a educación, como resultado de la falta de un
domicilio válido para matricularse (UNFPA, 2007: 28).
Si bien es cierto que la noción de una fuerte vinculación entre la sostenibilidad
ambiental y los procesos poblacionales resulta atractiva intuitivamente, históricamente se ha
inquietudes, por otro lado, no reconocen explícitamente que el incremento poblacional
es integral a sus políticas. El paquete éticamente aceptable de políticas de población y
salud reproductiva propuesto en 1994 en la Conferencia sobre Población y Desarrollo
de las Naciones Unidas debe ser aplicado a los objetivos de la Conferencia Mundial
sobre Desarrollo Sostenible en el 2002. Las instituciones que se ocupan de la pobreza,
el hambre y el medio ambiente necesitan seguir el camino de las políticas que va de El
Cairo a Johannesburgo.”
La Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo
(CNUMAD), que tuvo lugar en Río de Janeiro, en 1992, pudo haber sido una oportunidad
interesante para colocar los temas de población en la agenda del desarrollo sostenible. Sin
embargo, si bien la Agenda 21 abordó los temas de población en términos muy generales,
careció de detalle.
evaluación de la capacidad de sustento a nivel nacional (…)” (Naciones Unidas,
1992: 5.16 y 5.20)
los espacios abiertos, las tierras agrícolas y los cinturones verdes” (Naciones Unidas, 1992:
7.18), pero no existió un reconocimiento de la necesidad de dar cabida a la distribución
de los asentamientos sobre la base de las distintas dotaciones de recursos de las diferente
regiones de un país.
Con la Segunda Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Asentamientos Humanos
(Habitat II) (Estambul, 1996), el asunto de la sostenibilidad ambiental y los procesos
poblacionales y su distribución espacial fue planteado más claramente. Yendo más allá del
llamado al desarrollo de las ciudades intermedias, la
“promover patrones de desarrollo espacial” en nombre de la calidad ambiental, y reconoce
la necesidad de hacer concesiones en los patrones regionales del uso de la tierra:
la población- y variables de desarrollo tales como la educación, la salud y la nutrición,
los niveles de uso de los recursos naturales, el estado del medio ambiente y el ritmo y la
calidad del desarrollo económico y social.” (Naciones Unidas, 1996: 125)
3.29 (d) del PdA de la CIPD destacó la necesidad preservar los recursos naturales y alentó
particularmente la sostenibilidad de los patrones de producción y consumo, aunque lo hizo
sin mencionar metas cuantificables y definidas en el tiempo. Adicionalmente, el párrafo
3.25 del Capítulo IX ilustró cómo es que el PdA de la CIPD relaciona la distribución
poblacional, particularmente la dicotomía rural-urbana, con la preservación ambiental:
de los recursos y, por ende, impiden el desarrollo sostenible.”
(UNFPA, 2002 a: 7)
Los esfuerzos realizados por la Unión Internacional para el Estudio Científico de la Población
(IUSSP), el Programa Internacional de las Dimensiones Humanas del Cambio Ambiental
Global (Global Science Panel on Population and Environment, 2002) y algunas naciones
(Brasil, por ejemplo: ver Hogan et al., 2002 a) para colocar a la población en la agenda de
Johannesburgo no fueron exitosos. Más recientemente, la Fuerza de Tareas sobre el Medio
Ambiente integrada por el Proyecto del Milenio de las Naciones Unidas fue enfática en el
hecho de que la sostenibilidad ambiental es clave para alcanzar no sólo el ODM 7, sino
todos los ODM. Los ODM en realidad establecen metas cuantificables y definidas en el
tiempo, incluyendo la preservación de los recursos naturales en las Metas 9 y 10. La Meta
11 del ODM 7 se centra en los impactos ambientales de las aglomeraciones urbanas, ya que
tiene como objetivo mejorar, para el 2015, las vidas de 100 millones de habitantes de barrios
marginados urbanos, pero no considera de manera explícita los componentes demográficos
cruciales de la formación de los barrios marginados.
sostenibilidad de nuestras vías de desarrollo actuales. Segundo, la población humana y
sus condiciones de vida son los objetivos finales del desarrollo, con la salud, el bienestar
y la supervivencia humana como criterios para juzgar si el desarrollo es sostenible o
no. Son la población humana y sus miembros individuales los que al final sufrirán las
consecuencias de las vías de desarrollo no sostenibles. Por estas razones, la integración
sistémica de la población al desarrollo sostenible es esencial si queremos satisfacer
las necesidades de las generaciones actuales sin sacrificar los medios de vida de las
generaciones futuras.”
es fácil estar de acuerdo con Vaclav Smil (1993) en el hecho de que, en general, cualquier
problema ambiental concebible tiene probabilidades de verse agravado como resultado del
crecimiento poblacional, los mecanismos precisos de este impacto no pueden establecerse
tan fácilmente, particularmente en el nivel local, en el que entran en juego muchos otros
factores. Tal como lo plantea Bilsborrow (2002):
que la mayoría) de la investigación acerca de los efectos de la población-migración en
el medio ambiente adolece de un sesgo a priori hacia el hecho de ver a la población ya
sea como algo no importante y exagerado en la literatura, o como el principal factor
del deterioro ambiental.”
papel menor; y
2. En el caso de aquellos problemas ambientales en los que la población juega un papel
importante, los resultados finales pueden depender en buena medida de factores
institucionales y otros factores condicionantes.
Bilsborrow y Hogan (1999) están entre aquellos que hicieron un primer esfuerzo para
superar enfoques más simples, de un solo factor, principalmente con respecto a la cuestión
también de sus nuevos residentes, sufren las consecuencias, especialmente con la mayor
importancia de la malaria).
Dadas estas dificultades, que se incrementan por la naturaleza parcial de los indicadores
ambientales de los ODM mismos, la tarea de sistematizar las diferentes interacciones
población-medio ambiente con respecto a las metas de los ODM no resulta fácil. Este
capítulo se ocupará de ello con base en la siguiente lista:
7.1. El vínculo entre el crecimiento poblacional y la sostenibilidad del medio
ambiente
7.2. Población y uso sostenible del espacio
7.2.1. El papel de la migración
7.2.2. El papel de los factores de género
7.2.3. Distribución de la población y vulnerabilidad del medio ambiente
7.3. Población y acceso a agua potable segura y saneamiento básico
7.3.1 Factores poblacionales determinantes de la expansión del saneamiento básico
en la región de ALC
7.4. El vínculo entre el crecimiento poblacional y el crecimiento de los barrios
marginados urbanos
7.4.1 El vínculo entre la migración y el crecimiento de los barrios marginados
urbanos
7.5. Una nueva Meta bajo el ODM 7: la protección de la biodiversidad
Esta estructura es en parte un producto de la estructura de las metas de los ODM mismas, y
en parte de los diferentes enfoques analíticos para introducir consideraciones poblacionales.
Estos últimos son particularmente importantes en las secciones 7.1. y 7.2., mientras que las
secciones de la 7.3. a la 7.5. están en su mayor parte estructuradas alrededor de las proprias
Metas de los ODM.
Tal vez el consenso más evidente en lo que a la población se refiere entre los estudiosos y
diseñadores de políticas es que no es posible alcanzar la sostenibilidad del medio ambiente a
largo plazo sin la estabilización del crecimiento poblacional. Algunos MDGR también han
planteado argumentos a favor de los límites al consumo de los recursos naturales esenciales
no renovables. Sin embargo, estas ideas no necesariamente se han traducido en una inquietud
sistemática acerca de los factores poblacionales como elementos integrales de las políticas
ambientales. Las opiniones acerca de la importancia de las tendencias poblacionales, en
comparación con otros determinantes del empobrecimiento del medio ambiente, varían
grandemente, particularmente cuando se pasa del nivel global al local y de las intervenciones
en materia de políticas a largo plazo a otras más inmediatas. A este nivel, de acuerdo con
algunos, las dinámicas poblacionales resultan insignificantes en comparación con una
amplia variedad de determinantes económicos, políticos e institucionales. Otros, que ven
la sostenibilidad a través de un lente macrosistémico, consideran que la presión poblacional
La literatura más reciente sobre la población y el medio ambiente se ha apartado en
buena medida de las generalizaciones a nivel planetario, y aborda con un nivel de detalle
mucho mayor las características espaciales de las conexiones entre la población y el medio
ambiente, especialmente a nivel local. Entre otras cosas, esto ha llevado a conceptos tales
como el “uso sostenible del espacio”, además de otros más antiguos, tales como la “capacidad
de sustento” y la “huella ecológica”. Algunos sostienen que es necesario reorientar la relación
entre población y medio ambiente; la cuestión aquí no es
más bien
urbana al analizar las necesidades poblacionales y las condiciones ambientales.
Otro importante fenómeno demográfico que influye en el medio ambiente es la
migración. Incluso con la disminución de las tasas de migración rural-urbana en ALC,
no es fácil identificar una regla para establecer si la migración en general es benéfica o
perjudicial para el medio ambiente. Para algunos, el crecimiento poblacional migratorio
todavía cuenta como la principal causa de la deforestación, mientras que para otros esta
sería la expansión agrícola. Los factores institucionales y de género también modifican
la forma en que la población, y más específicamente las presiones migratorias, afectan
al medio ambiente.
Una de las metas de desarrollo bajo el ODM 7 es el acceso a agua potable segura. Si bien
es probable que se alcance la Meta del 92%, esto no cambia el hecho de que, en el 2002, más
de 60 millones de residentes de la región de ALC todavía no contaban con servicios de agua
potable segura. Las dinámicas poblacionales son pertinentes en este contexto con relación
a dos factores: el grado de urbanización y las diferencias sociales (o raciales). Una inquietud
similar se aplica al tema de los barrios marginados urbanos. El incremento poblacional
probablemente conducirá a tasas de urbanización más altas, pero su implicación para el
crecimiento de los barrios marginados urbanos no es clara. El reto consiste en reducir los
barrios marginados urbanos, al mismo tiempo que la población urbana sigue creciendo, tanto
como resultado del incremento vegetativo como de la migración. La rápida urbanización ha
sido acompañada por la ocupación de tierras marginales al interior o en la periferia de las
ciudades, con problemas comunes tales como la pobreza y una infraestructura inadecuada. Sin
embargo, no todos los barrios marginados urbanos son el resultado de procesos migratorios,
y una proporción sustancial de sus residentes son urbanitas nativos.
La última sección de este capítulo se centra en la nueva Meta, la protección de la
biodiversidad, que fue introducida en 2006 por el ex Secretario General de las Naciones
Unidas. La extinción de especies no es un proceso nuevo, pero ha sido acelerada por algunos
fenómenos relacionados con la población (la migración, de acuerdo con algunos), la
deforestación, la sobreexplotación y la alteración de hábitats –todos ellos factores vinculados
que sugieren la necesidad de proteger el medio ambiente.
inquietudes, tales como la emisión de dióxido de carbono y la proporción del área territorial
cubierta por bosques, no se consideró la perspectiva poblacional, y tampoco se le asignó
un lugar prominente a las Metas de inquietud especial para la región de ALC. El indicador
29 – la proporción de la población que usa combustibles sólidos es el más estrechamente
asociado con la conducta humana.
Según la CEPAL (2005 a), a pesar de albergar la herencia de biodiversidad más grande
de la Tierra, de recibir el influjo de agua dulce más grande y albergar al bosque lluvioso
del Amazonas, los problemas ambientales más críticos de la región de ALC únicamente
fueron abordados marginalmente por los indicadores de los ODM. Es cierto que el
indicador 25 de la Meta 9 la proporción de tierra cubierta por bosques – y el 26 – la razón
de área protegida para mantener la diversidad biológica a área de superficie- abordan la
preservación de los bosques, evidentemente un tema de protección ambiental crucial
para la región que alberga a la selva del Amazonas, pero el ODM 7 no aborda esos temas
más consistentemente.
agua dulce, costas marítimas y atmósfera) están agravándose en términos generales y se
reflejan sólo parcial e imperfectamente en los indicadores y metas del Milenio definidos
para el objetivo 7.” (CEPAL, 2005 a: 173)
y, en menor medida, la presión del crecimiento poblacional sobre los recursos naturales (en
el contexto de la Meta 9).
En lo que respecta a la cuestión más general de integrar los principios del desarrollo
sostenible a las políticas nacionales, la CEPAL (2005 a) destaca que la conformación de
instituciones gubernamentales para vigilar la preservación del medio ambiente, concientizar
y cambiar los patrones de producción y consumo, ha sido una tendencia observada en
América Latina a lo largo de la década de 1990, pero que rara vez se le ha asignado a
las burocracias apropiadas más del 1% del PIB de los países para la creación de políticas
ambientales. La misma idea se expresa en el MDGR de México (2005):
demográfico, de la desigual distribución territorial de la población, del impacto de las
actividades productivas y de la urbanización sobre la calidad del aire, del agua y de
los suelos, soslayando las implicaciones de la degradación y destrucción de los recursos
naturales.”(México, 2005: 152)
ambiental sin la estabilización del crecimiento poblacional. Esta fue una de las ideas centrales
del Informe Brundtland,
niveles de vida. Esta brecha entre los números y los recursos es todavía más apremiante,
ya que una gran parte del crecimiento poblacional está concentrada en los países de bajos
ingresos, las regiones desfavorecidas ecológicamente, y los hogares pobres.” (Comisión
Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, 1987: Cap. IV.2)
1972 en su Informe para el Club de Roma), han mostrado que estos límites son mucho más
elusivos de lo que se pensaba en aquel entonces. El Grupo de Trabajo sobre el Crecimiento
Poblacional y el Desarrollo Económico de la Academia Nacional de las Ciencias (National
Research Council, 1986) ha sostenido que las dinámicas poblacionales no son un factor
significativo en la disponibilidad de los recursos no renovables, y que incluso los renovables
dependen sólo indirectamente de su influencia. Otros investigadores (Pimentel et al., 1994)
argumentan, sin embargo, que los límites del desarrollo sostenible óptimo, que ellos sitúan
en una población a nivel mundial de cerca de 2 mil millones, ya han sido rebasados, y que la
población mundial actual se mantiene sola a expensas de recursos no renovables que se agotan
cada vez más, en una forma que resulta incompatible con la sostenibilidad a largo plazo.
Incluso si se asume, a diferencia de Paul Ehrlich y otros profetas de la “explosión
poblacional”, que es poco probable que el ecosistema planetario colapse en un futuro cercano
como consecuencia del crecimiento poblacional desenfrenado, de cualquier forma existen
razones legítimas para asumir que el rápido crecimiento poblacional es un factor agravante
en muchos problemas ambientales:
seguridad hídrica y alimentaria, los recursos forestales y la biodiversidad, e incrementa
la presión sobre los recursos naturales limitados.” (UNFPA, 2004 a: 7)
En lo que respecta a la contribución del crecimiento poblacional a problemas ambientales
específicos, se ha hecho un amplio uso de la fórmula I=PAT de descomposición de Ehrlich
y Holden (1971), que afirma que cualquier impacto ambiental I es el producto de tres
factores: población (P), riqueza (A) y tecnología (T). La descomposición a menudo ha sido
criticada, entre otras razones porque por lo general existen interacciones importantes entre
los tres factores, de modo que no es realista asumir que uno puede variar independientemente
de los otros (por ejemplo, Preston, 1996 b). A pesar de estas advertencias, tal vez resulte
pertinente saber que las proyecciones de O’Neil et al. (1998), que examinaron los cambios
globales en las emisiones de gases de efecto invernadero en el transcurso de los siguientes
50 años, concluyeron que, en el corto plazo, el ingreso y el cambio tecnológico tendrán un
mayor impacto que el crecimiento poblacional, pero que, a largo plazo, la contribución del
crecimiento poblacional se incrementará.
En el caso del agua dulce, se estima que actualmente 505 millones de personas padecen
estrés por falta de agua o una escasez seria de agua (Engelman et al., 2000). Bajo las
vez mayores en los países en vías de desarrollo, y que el uso total del agua se incrementará
en un 40% (Naciones Unidas, 2002 b). En la región de ALC, los países que presentan los
problemas más serios son Haití y Perú (Gardner-Outlaw y Engelman, 1997). Este es un
aspecto de la
Meta 10. Actualmente, las personas se apropian de alrededor del 54% de toda el agua dulce
disponible de ríos, lagos, arroyos y mantos acuíferos poco profundos. Se espera que, en los
próximos 25 años, el crecimiento poblacional incrementará esta cifra a alrededor del 70%
(Hinrichsen, 2003; UNFPA, 2003 a). El
2006) hace notar que el consumo de agua en ese país es de 120 litros por persona por día
en las áreas urbanas y 60 litros en las rurales, mientras que los hogares queman anualmente
1.8 m3 de leña per cápita. Pero este nivel de consumo varía ampliamente. Aunque un
consumo de 100 litros por persona por día por lo general se considera como un mínimo
para uso personal, el promedio es de 29 para el Senegal, pero de 700 para los EEUU
(Acreman, 1997). De manera nada sorprendente, el consumo per cápita no está distribuido
uniformemente entre las diferentes regiones del mundo y entre áreas urbanas y rurales. De
hecho, existe una correlación inversa entre el consumo de agua y el ingreso, por un lado,
y el crecimiento poblacional por el otro, con los países de altos ingresos presentando altos
niveles de consumo de agua y un bajo crecimiento poblacional. Lo opuesto se aplica a las
naciones menos desarrolladas.
Tal como lo hace ver Antón (1996), todas las principales ciudades de ALC están
enfrentando problemas de suministro de agua para sus poblaciones. Lo anterior se debe
a la contaminación del agua, especialmente como resultado de las aguas residuales y de
desperdicio. Este tema de la calidad del agua tiene importantes consecuencias para el
suministro de agua. La situación se ve agravada en las megaciudades de Buenos Aires, la
Ciudad de México, Río de Janeiro y São Paulo. En el caso de la Ciudad de México y Buenos
Aires, la sobreexplotación de los acuíferos es un desafío desalentador para la sostenibilidad
del suministro a largo plazo.
No sólo los números poblacionales, sino también los patrones de asentamiento son
importantes en este contexto. El nivel de consumo de agua más alto de los hogares urbanos
es sólo una de varias áreas de conflicto potenciales entre el uso urbano y rural del agua.
Cuando las ciudades y las áreas rurales circundantes compiten por recursos hídricos, los
requerimientos de agua ecológica (el agua necesaria para mantener el funcionamiento del
ecosistema y los ciclos hidrológicos locales) a menudo son descuidados. Durante los últimos
dos siglos, los centros urbanos en rápido crecimiento han dependido de traer agua de fuentes
cada vez más distantes. Los conflictos entre los usuarios en las ciudades y aquellos en otros
lugares han sido comunes. El uso urbano del agua exige un suministro de más alta calidad y
más estable que aquel en la mayoría de los usos rurales (por ejemplo, la irrigación). Cuando
el agua es desviada de la agricultura a las áreas urbanas, la productividad agrícola puede
perjudicada, y las personas que viven en asentamientos aguas abajo son puestas en riesgo.
Estos mismos desperdicios biodegradables pueden representar la pérdida de los nutrientes de
los sistemas agrícolas y forestales. En muchas circunstancias, las instituciones para conciliar
esos conflictos no son ni equitativas ni eficientes (Baumann, Boland y Hanemann, 1998).
En particular, la importancia social, económica y política de las ciudades a menudo garantiza
que se le dé prioridad a sus demandas.
Meyerson (1998) examinó la relación histórica entre el crecimiento poblacional y las
emisiones de carbono y los desafíos enfrentados por los signatarios del Protocolo de Kyoto
de 1997 sobre el calentamiento global. De acuerdo con este autor, la amplia variación en
el cambio poblacional proyectado entre los países desarrollados es un factor significativo
y, no obstante, ampliamente ignorado en la evaluación de las metas acordadas en Kyoto.
Incluso asumiendo que el Protocolo sea implementado exitosamente, el tratado sobre el
calentamiento global no puede tener éxito sin la participación a corto plazo de los países
en vías de desarrollo, muchos de los cuales ya producen, o pronto producirán, emisiones
de carbón excesivas como un resultado combinado del gran tamaño de su población y el
nivel de uso de carbón per cápita bastante alto. La estabilización de la población será un
determinante clave del éxito de cualquier plan climático, pero tanto los países desarrollados
como aquellos en vías de desarrollo presentan grandes variaciones en lo relativo a su avance
hacia este objetivo, algo que no fue tomado en cuenta al momento de definir los límites
de emisión. A la inversa, Bremner y Bilsborrow (2005) critican la agenda de los ODM por
haber definido sus indicadores 27 y 28 únicamente en términos per cápita, ignorando con
ello el efecto del crecimiento poblacional en el impacto ambiental en general. Ellos prefieren
los indicadores del Protocolo de Kyoto, que están definidos en términos de emisiones en
general, en lugar de emisiones per cápita; esto por lo menos permite la valoración de los
impactos poblacionales, aun cuando no se hayan hecho explícitos en el Protocolo.
En otras palabras, aparte de ser una condición necesaria a largo plazo, la estabilización
del crecimiento poblacional a través de la provisión de acceso a la SSR y la planificación
familiar es una manera (aunque ciertamente no la única) de frenar las presiones sobre los
recursos ambientales y la infraestructura disponible en el futuro más inmediato. Tal como lo
plantean Singh et al. (2003), la provisión del servicio de SSR puede contribuir a “equilibrar
el uso de los recursos naturales con las necesidades de la población”, mejorando con ello
la sostenibilidad ambiental. Reconociendo que el rápido crecimiento poblacional pone en
peligro al medio ambiente, particularmente en el caso de los ecosistemas frágiles y los barrios
desfavorecidos, las presiones demográficas sobre el medio ambiente resaltan la contribución
que la realización de la CIPD podría tener para el logro de la Meta 11:
pública por estos temas. Los estudios sobre el uso de la tierra a nivel local muestran que a
menudo existe una fuerte correlación espacial entre la densidad poblacional y el grado de
deforestación (por ejemplo, Meyerson, 2001), pero esto no necesariamente significa que la
presión poblacional sea la principal fuerza impulsora detrás de la deforestación.
Una premisa central del pensamiento de la ciencia social reciente acerca del crecimiento
poblacional, el desarrollo y el medio ambiente, es que los factores tales como las instituciones
sociales, la eficiencia de los mercados, los patrones de la distribución del ingreso, los niveles
de tecnología y las regulaciones son por lo menos tan importantes como el crecimiento
poblacional. El National Research Council de los EEUU (1992) ha planteado la idea de
que, bajo algunas circunstancias, la densidad poblacional más alta -junto con una mayor
disponibilidad de capital físico y derechos de propiedad claramente definidos- en realidad
podría resultar benéfica para la sostenibilidad de regiones ecológicamente vulnerables tales
como la región del Amazonas. Actualmente, la única manera de obtener una rentabilidad
satisfactoria es haciendo un uso intensivo del único factor de producción que actualmente
existe en abundancia, a saber, la tierra y otros recursos naturales. Dicho de otra forma, las
áreas poco pobladas podrían perjudicar al medio ambiente, ya que los habitantes no tienen
más opción que aprovechar al máximo los recursos naturales disponibles, ya sea para ganarse
la vida o para impulsar la actividad económica local. A la inversa, el uso más intensivo de
mano de obra, capital y tecnología implicaría formas menos agresiva de explotación del medio
ambiente si las densidades demográficas fueran lo suficientemente altas y si existiera un marco
legal de apoyo en vigor. El mismo planteamiento es hecho por Bedoya (1995) en su estudio
sobre la región peruana del Amazonas, en donde los modos de producción ambientalmente
destructivos seguidos por sus colonizadores por lo general están asociados con la falta de mano
de obra a bajo costo, como resultado de la competencia del más lucrativo cultivo de coca en la
región. Consecuentemente, este autor muestra que, en el caso de los colonizadores peruanos,
difícilmente existe una relación entre los tamaños de las familias y el área cultivada.
Palloni (1994: 160), que realizó una extensa revisión y un meta-análisis de la literatura,
concluyó, con base en la evidencia actual, que “aun cuando la presión poblacional es una
fuerza importante que conduce a la deforestación, rara vez actúa por sí sola para producir
tenencia de tierra requerirá de más mano de obra en el hogar para trabajarla (para un tratamiento sistemático de este punto de vista, ver
Clay y Johnson, 1992). Como el objetivo de este documento no es el de explicar la fecundidad, aquí no se aborda esta literatura. El punto
de vista opuesto, es decir, aquel que afirma que el tamaño de la familia contribuye a determinar el tamaño de las fincas, y por lo tanto su
impacto ambiental, ha sido defendido por Cain (1985).
establecer esta relación que entender cómo funciona, particularmente los factores que
pueden exacerbarla o atenuarla. Algunos investigadores incluso ignoran a la población en
su totalidad y atribuyen la deforestación a la distribución desigual del ingreso, la tierra y el
acceso al crédito (Stonich, 1989), la pobreza rural (Ellen, 1982), la estructura de la demanda
en los mercados internacionales (Nations y Komer, 1982), las fallas del mercado resultantes
de los derechos de propiedad disfuncionales, o las tecnologías inadecuadas (Hecht, 1985).
Otros, si bien reconocen la importancia de otros determinantes, le reservan un papel
a los procesos y los factores relacionados con la población. En particular, se ha hecho notar
que el crecimiento poblacional agregado no es la única cantidad de crecimiento pertinente
cuando de los efectos sobre el medio ambiente se trata. En un análisis a nivel de condados
de la región brasileña del Amazonas para el periodo 1978 1988, Pfaff (1999) encontró que
la densidad poblacional no fue un factor significativo en la explicación de la deforestación
para la región en su conjunto, pero que factores tales como el espacio y el momento del
asentamiento poblacional sí tuvieron un impacto significativo. Moran (1993), finalmente,
sugiere que el impacto de los asentamientos humanos en las áreas fronterizas no es uniforme,
pero está vinculado a la estructura y la etapa del ciclo de vida de los hogares, y que los
cambios en estos factores pueden hacer que el patrón de los asentamientos pase de ser
perjudicial a ambientalmente neutral.
En particular, la idea de que el impacto ambiental de los asentamientos humanos
depende fuertemente del ciclo de vida, lo mismo que de otros factores relacionados con
la microdemografía de los hogares de los colonizadores, cuenta con evidencia empírica
considerable (Pichón, 1997; Marquette, 1998; Perz, 2001, 2002). MacKellar et al. (1995)
han mostrado, por ejemplo, que como existen costos fijos de energía, eliminación de desechos
y de otro tipo para el manejo de un hogar, algunos procesos de degradación ambiental, tales
como el crecimiento en la producción de gas de efecto invernadero, están más estrechamente
vinculados con el crecimiento en el número de hogares que con el crecimiento poblacional
per se. La misma idea ha sido planteada en el contexto de la demanda de energía urbana, en
donde al parecer el tamaño del hogar tiene un efecto importante en el consumo per cápita,
probablemente como resultado de las economías de escala en el uso de la energía a nivel
de los hogares (Ironmonger et al., 1995; Vringer y Blok, 1995; Schipper, 1996; O’Neill y
Chen, 2002). Los hogares más pequeños a menudo implican la dispersión de la población
en un número más grande de hogares, y existe evidencia de que es el número de hogares,
más que el tamaño de la población per se, lo que impulsa el consumo (Cramer, 1997, 1998).
La investigación sobre los impactos ecológicos de los cambios en los tamaños y los números
de los hogares es más reciente, pero sugiere una relación positiva entre los tamaños cada vez
menores, los números cada vez mayores, y el impacto ecológico (Keilman, 2003; Liu, 2003).
El contexto local también parece ser importante para la determinación de las interacciones
entre la población y el uso de la tierra (National Academy of Sciences 2001).
públicos y transporte, por lo menos en los EEUU. Estos dos hallazgos son malas noticias
para aquellos que esperaban un impacto directo de la fecundidad en descenso sobre la
degradación ambiental, ya que el crecimiento de los hogares disminuye más lentamente que
el crecimiento poblacional y, a largo plazo, concentra a más jefes de familia en los rangos de
edad más altos. Considerando los cambios en los patrones de nupcialidad, el crecimiento de
los hogares podría disociarse del crecimiento poblacional, incrementándose incluso de cara
a la disminución de la fecundidad.
La importancia de los efectos de las cohortes, la edad y el género en el cambio ambiental
también es enfatizada por McCracken et al. (1999), que desarrollaron un modelo de ciclo
de vida para los hogares en áreas fronterizas. A medida que los hogares envejecen, pasando
de una familia nuclear con hijos pequeños a hogares de mayor edad con hermanos adultos
jóvenes, o a hogares extendidos multigeneracionales, el uso de la tierra también tiende a
cambiar. La conversión del bosque le cede el paso a los pastizales o las cosechas anuales/
perennes como resultado de la disponibilidad de mano de obra. Usando datos de corte
transversal, McCracken et al. (2002) confirmaron este patrón y también hicieron notar la
importancia de la mano de obra del hogar en comparación con la mano de obra contratada.
Usando los mismos datos y centrándose en las trayectorias de deforestación a lo largo del
tiempo, Brondízio et al. (2002) demostraron que las tasas de deforestación alcanzan su pico
durante los primeros cinco años, seguidas por una disminución y otro pico cuatro o cinco
años más tarde. Esta trayectoria creaba un patrón de onda, o una “huella colonizadora”, que
resultó muy similar entre cohortes con diferentes fechas de llegada durante un periodo de
aproximadamente 15 años.
La discusión anterior ilustra la realidad básica de las vinculaciones población-medio
ambiente: aun cuando la población es indudablemente una de las fuerzas impulsoras detrás
del cambio ambiental, los impactos específicos dependen de muchos otros factores; en
consecuencia, las respuestas en materia de políticas requieren de un nivel relativamente
alto de complejidad analítica para diseñar intervenciones en los niveles apropiados y en las
formas apropiadas. A pesar de las muchas advertencias que es necesario hacer en este sentido,
la mayoría de los investigadores y diseñadores de políticas de cualquier forma estarían de
acuerdo con Vaclav Smil, uno de los principales expertos en el tema, que hace varios años
observó: “Encuentro imposible creer que un mayor hacinamiento conduzca a una mayor
calidad de vida.” (Smil, 1993: 207).
que está más preocupada por la dimensión espacial de la población y las dinámicas
políticas diseñadas para influir en ellas. De acuerdo con algunos, estos conceptos reflejan un
fuerte sesgo hacia el control poblacional. Otros han cuestionado la naturaleza por persona
de las huellas, argumentando que el modelo favorece a los hogares con más hijos: un hogar
grande con diez hijos tiene una huella
de su tamaño habitada por una sola persona. Este es considerado un resultado adverso, ya
que tener más hijos contribuye a la sobrepoblación global, con altos costos ecológicos en el
futuro (Van den Bergh y Verbruggen, 1999).
Una de las conclusiones que han surgido a partir de algunos estudios basados en el
concepto de la huella ecológica es que, dados los niveles de consumo actuales, el mundo ya
ha excedido su nivel máximo de uso sostenible del espacio en alrededor del 20%, lo cual
significa que está usando recursos en formas que no resultan sostenibles a largo plazo. Se dice
que Europa, en particular, tiene una huella ecológica del doble de los recursos territoriales
disponibles en el continente (European Environment Agency, 2005). En la región de ALC,
la situación es más variada, tal como se muestra en el Cuadro 7.1. Aunque una gran parte
de la región (Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Perú, y otros) todavía tiene razones entre
su huella ecológica y su biocapacidad que se encuentran bastante por debajo de 1, varios
países ya han excedido este límite: Costa Rica, Cuba, la República Dominicana, El Salvador,
Haití, Jamaica, Trinidad y Tabago, y -más significativamente a consecuencia del tamaño del
país- México. Estas conclusiones son más pesimistas que las estimaciones de la capacidad
de sustento iniciales basadas en la producción potencial de alimentos. Higgins et al. (1982),
por ejemplo, estimaron la población potencial de México en el 2000 en 183.3 – 696.2
millones, dependiendo del nivel de los insumos tecnológicos usados, mientras que Haití y
Jamaica podrían soportar poblaciones de 4.0 – 11.4 y 2.2 – 9.2 millones, respectivamente.
Sus estimaciones para América Central en su conjunto (incluyendo México y el Caribe)
eran de 292.3 – 1,293.4 millones, y para América del Sur de 1,417.6 – 12,375.3 millones.
Planteando una perspectiva diferente, menos agregada, acerca del uso sostenible del
espacio, Martine (2000) sugiere que es necesario reorientar la discusión acerca de la relación
entre la población y el medio ambiente. Si bien está de acuerdo con la idea de que cualquier
crecimiento poblacional dado tiende a empeorar las cosas al momento de surgir un desafío
ambiental, descarta la linealidad y la uniformidad entre los dos procesos, y destaca que,
más allá del crecimiento poblacional, los patrones espaciales de producción y consumo
en el mundo en vías de desarrollo juegan un papel crucial en la definición del uso de los
recursos naturales.
Chile 2.2 5.4 0.41
Colombia 1.2 3.6 0.33
Costa Rica 2.0 1.5 1.33
Cuba 1.7 0.8 2.13
Ecuador 1.4 2.3 0.61
El Salvador 1.2 0.6 2.00
Guatemala 1.2 1.3 0.92
Haití 0.6 0.3 2.00
Honduras 1.3 1.8 0.72
Jamaica 1.7 0.5 3.40
México 2.4 1.7 1.41
Nicaragua 1.2 3.6 0.33
Panamá 1.7 2.6 0.65
Paraguay 1.9 5.4 0.35
Perú 0.9 4.2 0.21
República Dominicana 1.6 0.8 2.00
Trinidad y Tabago 4.3 0.4 10.75
Uruguay 2.1 7.5 0.28
Venezuela 2.3 2.4 0.96
*Ambas están medidas en hectáreas globales, es decir, hectáreas con una productividad igual al promedio mundial.
Fuente: European Environment Agency, 2005
de políticas:
éxito si emprendieran acciones en cuanto a cómo se usa un territorio, en comparación con
sencillamente intentar determinar cuántos lo usan. A nivel local, la abrumadora mayoría de
las decisiones en materia de políticas involucran a la dimensión espacial. La racionalidad de
la ocupación es la clave para el uso sostenible del espacio, y el potencial de planificación de
las ciudades para modificar los entornos urbanos es fundamental.
A menudo se afirma que el objeto de la planificación demográfica racional debería ser
una “distribución balanceada” de la población, un término que rara vez es aclarado. Sin
embargo, si una “distribución balanceada” implica una densidad demográfica homogénea,
este es probablemente uno de los peores escenarios concebibles. Más que una amenaza
la relación es inversa:
tierra urbana
Densidad
poblacional
urbana/km2
Densidad
poblacional
rural/km2
Proporción de
tierra urbana
Densidad
poblacional
urbana/km2
Densidad
poblacional
rural/km2
Boscosa
Aguas interiores
Montaña
General
10.2%
6.8%
2.1%
2.0%
3.2%
1.7%
2.8%
119
793
749
478
826
636
770
69
70
20
18
25
26
25
8.8%
4.6%
2.7%
1.2%
2.8%
2.7%
2.6%
789
548
541
685
655
746
656
1511767
14
9
Fuentes: CIESIN et al., 2004 a b
postular una relación inversa entre la urbanización y la pérdida de la cubierta forestal
con base en la experiencia de los países desarrollados del mundo (…). Aun cuando
la investigación sobre el cambio en el uso de la tierra y la cubierta forestal aborda la
importancia del contexto local en la deforestación (Geist y Lambin, 2002), ofrece poca
orientación para medir los efectos de la urbanización futura en la cubierta forestal en
el mundo en vías de desarrollo.” (Bremner y Bilsborrow, 2005: 6)
problema per se, a pesar de que el desarrollo urbano que ignora sus implicaciones ecológicas
puede crear muchos problemas. Es necesario distinguir entre los impactos a menudo
negativos del desarrollo urbano en los servicios de los ecosistemas y las comparaciones a
menudo positivas que pueden hacerse entre el desarrollo urbano bien ordenado y las opciones
de desarrollo alternativas menos urbanas. La optimización del uso racional de los recursos
exige la concentración de la mayoría de la población en aglomeraciones de alta densidad, en
donde los servicios ambientales pueden ser provistos de manera costo eficiente, mientras que
una proporción relativamente pequeña de la población debería asentarse en comunidades
pequeñas y dispersas, aprovechando una tecnología agrícola altamente capitalizada y eficiente.
Los asentamientos rurales dispersos pueden provocar una fragmentación de la vegetación
mayor que aquella provocada por la concentración de la población urbana, con un fuerte
impacto negativo en los sistemas de aguas interiores. La concentración de la población en
áreas urbanas hace más fácil tratar las agua residuales y evitar la contaminación, ya que las
a las tierras áridas, se ha sugerido que el desarrollo urbano implica un menor riesgo de
desertificación que el desarrollo agrícola (Portnov y Safriel, 2004). La palabra clave es
la planificación urbana, es decir, tomar en cuenta las necesidades de la población y las
condiciones ambientales de un entorno particular, aquello a lo que Hogan (2002 b) se
refiere como “las vocaciones económico-ambientales socialmente determinadas”.
La reciente Evaluación de los Ecosistemas del Milenio coloca los aspectos positivos y
negativos lado a lado:
humano es una preocupación central. Si las actividades y los residentes urbanos se
desplazaran a áreas rurales, las demandas impuestas a los ecosistemas se dispersarían más,
pero no se reducirían. Y no obstante, a pesar de que desde una perspectiva de los ecosistemas
la urbanización es preferible a la mayoría de las alternativas rurales que involucran
niveles de producción económica similares, las presiones urbanas se están incrementando
rápidamente como resultado del crecimiento poblacional, el crecimiento económico y la
urbanización. Además, para los ecosistemas contiguos, la concentración de personas y
actividades en las áreas urbanas puede ser una carga particular. Los centros urbanos en la
vecindad de ecosistemas frágiles son especialmente problemáticos. Las ciudades asociadas
con industrias altamente contaminantes típicamente tienen un impacto mayor en los
ecosistemas cercanos que aquellas dominadas por las industrias de servicios. Un desarrollo
urbano manejado deficientemente puede ser especialmente destructivo para los ecosistemas
cercanos.” (Millennium Ecosystem Assessment, 2005 a: 814)
el enfoque de políticas adoptado por la mayoría de los países favorece a los programas de
desarrollo rural y urbano integrados que se adaptan a las dinámicas poblacionales, en lugar
de intentar modificarlas. Las políticas para el ordenamiento de la tierra y los programas de
asentamientos humanos típicamente incluyen medidas para mejorar la infraestructura y los
servicios, controlar la ubicación de las nuevas viviendas y, en general, garantizar un buen uso
de la tierra. A diferencia de las políticas adoptadas en la década de 1970 y 1980, son muy
pocos los intentos que se están haciendo para contener el crecimiento de las ciudades más
grandes. Redirigir el crecimiento poblacional a nuevas ciudades secundarias puede ser parte
de esa estrategia, aunque, en el estado actual, estas áreas urbanas ya están creciendo más
rápido que las metrópolis más grandes. El informe del
(UNFPA, 2007) apunta que las políticas pasadas para detener la migración rural a urbana
de manera general han sido en su mayor parte ineficaces, y que las acciones relacionadas con
(2003: 6) cuando afirman que “proveer servicios de SSR puede ayudar a estabilizar las áreas
rurales y desacelerar la migración urbana”.
Existe una gran confusión y una generalización indebida en lo que se refiere a los límites
de densidad poblacional máximos que pueden alcanzarse sin comprometer la calidad de vida
de una población. Por otro lado, existe un gran romanticismo indebido en lo que respecta
a los méritos de las densidades poblacionales bajas, a pesar de que hacen que la provisión
de servicios ambientales y sociales básicos resulte extremadamente costosa. Y, finalmente, la
relación que poblaciones particulares, con sus modos de producción específicos, mantienen
con sus medios ambientes no siempre ha sido apreciada correctamente. En particular,
es necesario calificar la idea de que las poblaciones indígenas ofrecen un modelo de una
relación no destructiva con el medio ambiente, ya que esto sólo se aplica en el contexto de
tecnologías simples y densidades demográficas extremadamente bajas.
Existen desventajas significativas asociadas con una población de baja densidad
distribuida uniformemente, incluso en las áreas rurales. En el caso de las áreas no cultivadas
y la diversidad de las especies, la concentración de la población es claramente preferible a la
dispersión. La teoría de la ecología forestal sugiere que los asentamientos dispersos pueden
ser bastante perjudiciales. Los asentamientos dispersos ubicados a lo largo de caminos, por
ejemplo, pueden crear islas de tierra boscosa o fronteras abruptas entre el bosque y las tierras
no ocupadas, lo cual puede resultar mucho más destructivo para las tierras sin cultivar que
un número pequeño de asentamientos concentrados que dejan tractos grandes y contiguos
de tierra intacta (National Research Council, 1986; Wilcove, McLellan y Dobson, 1986).
Las áreas con una densidad poblacional rural por encima del promedio a menudo tienen
una mejor posibilidad de desarrollarse y reducir la pobreza que áreas comparables con bajas
densidades poblacionales, tal como lo apunta Sachs con respecto a Asia y África:
de alimentos son altos. Las agencias donantes le dieron un amplio apoyo al desarrollo
de nuevas variedades altamente productivas en Asia. Bajo estas condiciones, los
agricultores asiáticos pudieron adoptar variedades de cultivo altamente productivas
que dieron lugar a la famosa Revolución Verde, que incrementó la producción de
alimentos por agricultor. El campo africano está poblado mucho menos densamente,
con una ausencia de caminos para transportar fertilizantes y cosechas. Los agricultores
no usan fertilizantes en los cultivos de alimentos, y dependen de las lluvias, en lugar
de la irrigación.” (Sachs, 2005:70)
alcanzan una condición caracterizada por altas densidades poblacionales rurales
(relativas a la capacidad de producción de la tierra), carencia de tierras y pobreza.
Segundo, en ausencia de oportunidades importantes para la migración urbana o
los ingresos no agrícolas, la alta fecundidad humana y, por lo tanto, el crecimiento
poblacional, incrementan la pobreza y, como se requiere de dinero para comprar
alimentos, el hambre.” (Young, 2005: 87)
de ingresos fuera de las granjas y nueva tecnología. Cuffaro (2001) analizó las respuestas de
la agricultura al crecimiento poblacional para 60 países en vías de desarrollo de 1962 a
1992, con el fin de verificar la hipótesis de Boserup en el sentido de que los agricultores
intensificarán sus métodos de cultivo al verse obligados a ello por la presión poblacional.
Sus resultados muestran un incremento en la razón mano de obra/tierra para 43 países, y
un incremento en la productividad en casi todos. Lo anterior sugiere que, hasta ahora, el
incremento poblacional ha conducido a la intensificación de los métodos de producción,
aunque en 12 países la productividad de la tierra se incrementó menos que la población.
El incremento en la productividad laboral, por otro lado, ha sido mucho más pequeño,
manteniéndose casi estacionaria en 12 países y disminuyendo en 5. Como el crecimiento
poblacional a menudo está asociado con la falta de tierras, las personas sin tierras no se
benefician de cualquier incremento en la productividad de la tierra y, en consecuencia, el
proceso puede exacerbar la desigualdad en el ingreso. Otros efectos secundarios no deseables
incluyen la degradación de los terrenos comunales, limitaciones al uso de los insumos y una
aplicación ineficaz de la investigación agrícola. El autor concluye que, en algunas áreas de
agricultura intensiva muy pobres y densamente pobladas, la intensificación adicional puede
resultar muy costosa y el crecimiento de la demanda efectiva demasiado lento como para
proveer incentivos para los cambios tecnológicos Boserupianos.
En la región de ALC, considerando sus altos niveles de urbanización, la intensificación
agrícola es un asunto de menor importancia. El dar cabida al crecimiento urbano en áreas
ambientalmente apropiadas, tal como Martine (2000) y Hogan (2002 b) lo han sugerido, es
una inquietud más central. El programa Habitat, por ejemplo, es el instrumento de política
pública mexicano diseñado para organizar el crecimiento urbano, construir y ordenar los
espacios urbanos, darles un valor social y mejorar los niveles de vida de la población de las
áreas urbanas pobres. Habitat le presta mucha atención a la situación de las mujeres en esos
hogares, especialmente si son jefas de familia, reconociendo con ello la interrelación entre la
planificación urbana y los roles de género.
por el Banco Mundial en los países de la región, se basan en esta suposición. El UNFPA
también ha emprendido algunos pasos iniciales en esta dirección, con proyectos y actividades
en Colombia, Ecuador, México y Nicaragua. El proyecto de Colombia, en particular, ha
producido un número de documentos (Colombia, 2004 a b) para ayudar a orientar el proceso
de planificación municipal en este sentido. Lo que estos proyectos y actividades han dejado
claro es que no es posible llevar a cabo una planificación territorial significativa estrictamente
en términos físicos o legales, sin referencia a un contexto poblacional.
desarrollo de las interrelaciones pertinentes. Esto contrasta con la literatura sobre población
y medio ambiente, que por lo general considera que los factores migratorios son bastante
importantes, particularmente a nivel local:
2002 a: 5)
“La migración, en su sentido más amplio, incluye procesos tales como la urbanización, el
turismo y los recorridos a y desde el sitio de trabajo, todos los cuales pueden transformar
radicalmente la relación entre la población nativa o residente y su medio ambiente.”
(Zaba y Clarke, 1994: 13)
consecuencias para el crecimiento urbano y el potencial de mejoramiento de la calidad
de vida. Por otro lado, el enfoque predominante en la migración rural-urbana a menudo
impide la apreciación correcta de la migración rural-rural, que en muchos países es la forma
de movilidad espacial predominante (Bilsborrow, 2002). Como resultado de su alto nivel de
urbanización, esto es menos cierto en la región de ALC que en otras partes, pero el hecho es
que en algunos países latinoamericanos, tales como Guatemala (IARNA/URL/IIA, 2006),
la migración rural-rural continúa siendo importante o incluso predominante.
En teoría, la migración afecta tanto a las áreas de origen como de destino, pero la
investigación acerca de sus efectos en las áreas de origen, en donde podría, por ejemplo, aliviar la
presión poblacional o, por el contrario, alterar la estructura social existente, es extremadamente
escasa. Preston (1998) sugiere, por ejemplo, que en el Valle Camacho de Bolivia la emigración
consecuencia, agravó la erosión de la tierra. En la práctica, el enfoque de la investigación
se ha centrado en los efectos de la migración en las áreas receptoras, particularmente en la
deforestación resultante del asentamiento de migrantes en áreas boscosas.
La expansión agrícola es la principal causa inmediata de la deforestación en todas
las partes del mundo; en la región de ALC, la agricultura permanente es responsable de
aproximadamente la mitad del problema (Geist y Lambin, 2002). La conexión entre
los caminos y la expansión agrícola (y especialmente la ganadería) es particularmente
importante en la región de ALC (por ejemplo, Wahl, Limachi y Barletti, 2003). Algunos
(Allen y Barnes, 1985) han llegado al punto de calificar al crecimiento poblacional local
como la principal causa de la deforestación, pero es probable que esto le reste importancia
al papel jugado por otros determinantes. Según el meta-análisis de Geist y Lambin, los
factores demográficos derivan su importancia de su combinación con factores económicos,
institucionales, tecnológicos y culturales: el 61% de los 152 casos de deforestación que
evaluaron a nivel mundial (el 53% de los casos, entre aquellos de la región de ALC) podían
relacionarse con la dinámica poblacional humana. En el 47% de los casos, los factores
demográficos -especialmente la inmigración de agricultores a zonas boscosas fronterizassubyacen
directamente a la expansión de pastizales y tierras de cultivo. En términos generales,
esto confirma la idea de que aproximadamente la mitad de la variación en la extensión de
la deforestación es explicada por la variación en la población (Mather, Needle y Fairbairn,
1998, 2000), pero no de manera aislada.
Kaimowitz y Angelsen (1998), entre otros, han apuntado que la población también
puede tener impactos indirectos considerables a través de sus efectos en los mercados
laborales, la demanda de productos agrícolas y forestales, y el cambio tecnológico o en
materia de políticas/institucional inducido. Aide y Grau (2004), por ejemplo, apuntan que
la deforestación de tierras bajas para el pastoreo de ganado y la agricultura de roza y quema
en América Latina es lo que más ha llamado la atención de los esfuerzos conservacionistas,
pero la importancia relativa de estos factores impulsores de la deforestación está cediendo el
paso a efectos mucho más indirectos:
(…) En las tierras bajas y los valles fértiles, las pequeñas granjas han sido convertidas a la
agricultura moderna a gran escala, lo cual frecuentemente conduce a una disminución
en la demanda de mano de obra y a la migración rural-urbana.”
estaba directa o indirectamente involucrada como factor causal en el 76% de los casos de
deforestación que evaluaron.
En la región de ALC, más que en cualquier otra parte, la combinación de la disponibilidad
de tierras y la migración es un importante factor explicativo de la deforestación. Se ha
reportado que los factores económicos impulsan a los factores demográficos, por ejemplo, en
las áreas fronterizas de Bolivia, el Brasil, Colombia, Costa Rica, la República Dominicana,
Ecuador, Honduras y el Perú, en donde la inmigración de los colonizadores al interior de
las área boscosas -y, en mucho menor medida, el crecimiento local y la densidad poblacional
en aumento- contribuyen a la deforestación. En particular, el crecimiento de la agricultura
de cultivo comercial mecanizada y moderna para exportación puede empujar a la migración
a la frontera. Únicamente en las laderas y las zonas de tierras bajas de Bolivia y en la región
de Napo del Perú, Colombia y Ecuador, la demanda internacional de cocaína atrae a los
migrantes y ocasiona deforestación, aunque menos que la creación de pastizales para ganado
y otras expansiones de tierras de cultivo. En unos cuantos casos, el crecimiento industrial
local, como es el caso de la exploración petrolera o la tala forestal comercial, y los bajos
precios de la tierra pueden inducir la inmigración (Geist y Lambin, 2002).
A diferencia del crecimiento migratorio, el crecimiento poblacional natural tiene un
impacto mucho menor como factor impulsor de la deforestación. Estudios sobre áreas
ecológicamente frágiles muestran que “existe una inmensa variación geográfica en la presión
poblacional, que puede tener poca relación con la densidad poblacional” (Zaba y Clarke,
1994: 20). Sin embargo, la inmigración de colonizadores al interior de áreas forestales
escasamente pobladas muestra una influencia claramente negativa en la deforestación, a
través del incremento en la densidad poblacional:
determinantes subyacentes (…). La expansión de los pastizales emerge exclusivamente
a partir de los casos sudamericanos en el continente, en asociación con procesos tanto de
colonización planificada como de asentamientos espontáneos por parte de agricultores
colonizadores.” (Geist y Lambin, 2002: 149)
son proclives a prestar gran atención a ninguno de estos factores, mientras que los factores demográficos tienen mayores probabilidades de
ser reconocidos por economistas, sociólogos e historiadores.
Incluso en un contexto de tasas de crecimiento rural bajas, el movimiento interno
producido por la migración rural-rural puede estimular la deforestación. Adicionalmente,
tal como lo hace notar Bilsborrow (2002: 82), es a través de la migración que el incremento
natural se propaga de un ecosistema al siguiente:
su conjunto, ha estado disminuyendo), esta visión agnóstica ignora los efectos de la
alta fecundidad y el crecimiento poblacional en las áreas de origen de muchos de los
migrantes colonizadores del Amazonas.”
de los migrantes a la comunidad local: un mayor grado de incorporación por parte del
migrante mediará el impacto de los efectos perjudiciales de un migrante sobre el medio
ambiente. Los modos de incorporación describen la recepción de los migrantes en los
lugares de destino. Estos incluyen a las políticas gubernamentales hacia los migrantes, las
percepciones públicas de los migrantes, el tamaño y la coherencia de los enclaves étnicos de
migrantes ya presentes en un destino, y otros factores. En este contexto, Cassels enumera
los siguientes problemas ambientales típicos asociados con la migración:
1. La perspectiva a corto plazo. Los migrantes a menudo tienen actitudes expansionistas
que no consideran los efectos a largo plazo de la extracción de recursos y el uso de
la tierra (por ejemplo, Pichón, 1997)
2. La pobreza. Los migrantes tienen más probabilidades de ser pobres que los no
migrantes. Los pobres y los hambrientos a menudo cosechan en exceso y degradan
su medio ambiente circundante para sobrevivir. Es probable que un migrante
empobrecido no pueda practicar una extracción de recursos sostenible con el fin de
garantizar la productividad ambiental futura, cuando las necesidades de consumo
inmediatas son tan fuertes (Broad, 1994).
3. La aplicación errónea de la tecnología. Los migrantes pueden usar una tecnología
inapropiada para la extracción de recursos naturales, la cual puede ser insostenible.
Los cambios tecnológicos impuestos por los migrantes sin un conocimiento del
contexto social y ecológico tienen más probabilidades de fracasar y reducir la
resiliencia ecológica. En la Reserva de la Biósfera de Calakmul, en México, por
1998; Perz 2003).
4. Las normas sociales y los regímenes de propiedad comunal. Los migrantes a menudo
están desconectados de las expectativas y las normas sociales. El migrante, por
ejemplo, puede sentirse liberado de las normas familiares y las presiones sociales, y
puede sentirse anónimo al encontrarse en una nueva comunidad. Esto puede llevar
al migrante a tomar decisiones pobres y arriesgadas en lo que respecta a su conducta
sexual. La misma teoría puede ser aplicable a las decisiones de los migrantes
relacionadas con el uso de la tierra y la extracción de recursos sostenible.
La incorporación a la comunidad de destino juega un papel en cada uno de los puntos
anteriores. Si un migrante se incorpora a la comunidad, puede recurrir a los miembros de
esa comunidad para satisfacer sus necesidades inmediatas de supervivencia a corto plazo, de
modo que es probable que sus acciones no sean tan perjudiciales para el medio ambiente si
cuenta con apoyo para invertir en resultados a más largo plazo. Los migrantes pobres pueden
recurrir a la comunidad para obtener ayuda a corto plazo, en lugar de tomar decisiones no
sostenibles que pongan en peligro al medio ambiente natural. Los migrantes más integrados
también tienen más acceso a la tecnología apropiada y al conocimiento local acerca de los
recursos de la comunidad. Por último, los migrantes que se integran a una comunidad
(por ejemplo, a través del matrimonio) pueden estar sujetos a la presión social de cumplir
con reglas y reglamentos locales, tales como los regímenes de propiedad comunal, y de
tomar menos decisiones riesgosas. Por ejemplo, la pesca con dinamita puede satisfacer las
necesidades inmediatas y suministrar mucho pescado, pero el individuo puede arriesgarse
al desprecio por parte de la comunidad por la falta de consideración hacia la sostenibilidad
a largo plazo de los arrecifes y, por ello, prefiere evitar esas acciones. Pero el hecho de que la
“conectividad social” de los pequeños agricultores puede estar relacionada con su situación
migratoria no es reconocido universalmente. Pretty y Ward (2001), por ejemplo, en su
extensa revisión de la literatura acerca del capital social y las instituciones de ordenamiento
ambiental, no la mencionan como un factor que podría interferir con la facilidad con la que
pueden formarse dichas instituciones.
por el International Institute for Applied Systems Analysis (IIASA), todos los cuales
la planificación regional y nacional. El componente poblacional, en su parte medular,
fue estandarizado y permitió un grado de comparabilidad para los estudios, a pesar de
importantes diferencias locales. De hecho, el resultado más significativo de estos estudios
fue el fortalecimiento de la complejidad de las relaciones población-medio ambiente,
con énfasis en el contexto local. En cada uno de los países, la historia de la ocupación
humana del territorio y las dotaciones de recursos naturales fueron factores determinantes
en la ecuación población-desarrollo-medio ambiente. En Cabo Verde, por ejemplo, los
emigrantes y sus remesas fueron características fundamentales de una economía cuyas
principales fuerzas impulsoras están fuera del país (Wils, 1996), mientras que en Egipto el
tema central es aquel del agua (POPNET, 2004). En Botswana, Namibia y Mozambique,
las relaciones población-medio ambiente no pueden ser consideradas hoy en día fuera del
contexto de la epidemia del SIDA (IIASA, 2001). Para la región de ALC, el estudio más
pertinente del IIASA se llevó a cabo en la Península de Yucatán. Este estudio subraya la
importancia de los contextos históricos y ecológicos:
de desarrollo económico, la tecnología, e incluso la cultura y las instituciones sociales
de la población específica bajo consideración (…) Similarmente, el impacto de la
población humana en el ambiente (…) depende no sólo del número de personas,
sino de los patrones de producción y consumo de estas personas y también, desde
luego, de la fragilidad del ecosistema específico.” (Lutz, 2000: iv)
comunitarios en 28 comunidades de origen de migrantes al Parque Nacional de la Sierra
Lacandona en la Guatemala rural, encontró que la migración a menudo era impulsada por
los tamaños de hogar grandes. El hecho de que la migración rural-rural en América Latina
es en su mayoría masculina, mientras que las mujeres tienden a migrar a las áreas urbanas,
también significa que la deforestación está principalmente asociada con la migración
masculina (Barbieri y Carr, 2005).
aspectos diferentes:
2. Los factores de género inciden en la forma en la que las poblaciones humanas
interactúan con sus entornos
puede implicar una mayor presión sobre los recursos o, por el contrario, formas
más protectoras de ocuparse de la naturaleza. Esto involucra problemas tales como
la lluvia ácida, la contaminación del aire y el agua, la desertificación y otras formas
de degradación de la tierra, inundaciones y accidentes ambientales localizados.
3. Los factores de género que pueden resultar pertinentes a escala
a problemas ambientales importantes tales como el agotamiento de la capa de
ozono, los cambios climáticos globales y la acumulación de desechos químicos o
radioactivos, combinados con el agotamiento de sumideros, la apropiación excesiva
de la biomasa por parte de los humanos y la pérdida de la biodiversidad.
Con respecto al primer punto, la mayoría de los especialistas están de acuerdo en que
los impactos negativos de muchos problemas ambientales son más fuertes para las mujeres
que para los hombres. Estos impactos pueden ser de dos tipos: la asignación de una mayor
cantidad de tiempo para la realización de tareas tradicionales, o consecuencias para la salud
de la mujer y sus hijos. En lo que se refiere al primero, se ha observado que la leña, el forraje
animal y el agua se están volviendo cada vez más escasos en ciertas partes del mundo, y
que las mujeres son las más afectadas por esas escaseces (Braidiotti et al., 1994; Rodda,
1991). Considerando que las mujeres por lo general se encuentran a cargo de los enfermos,
las consecuencias para la salud de la familia también resultan onerosas para el tiempo de
las mujeres. Una descripción general de las consecuencias para la salud diferenciales de los
impactos ambientales para las mujeres, en comparación con los hombres, puede encontrase
en Sims y Butter (2000), que sugieren que son las mujeres las que resisten el embate de las
consecuencias ambientales negativas para la salud, incluso con respecto a aquellos problemas
en los que la sabiduría convencional le atribuye una desventaja a los hombres, tales como la
exposición a los pesticidas. Se estima, por ejemplo, que los trabajadores de la industria de la
floricultura en Colombia están expuestos a 127 diferentes tipos de químicos, muchos de los
cuales han sido prohibidos en los EEUU y el Reino Unido (WEDO, 1999). Es importante
hacer notar, sin embargo, que de acuerdo con una evaluación reciente realizada por la OMS
(2006: Capítulo 5), el 33% de la carga masculina del cáncer de pulmón y el 18% de otros
tipos de cáncer en los países en vías de desarrollo puede atribuirse a factores ambientales (en
un sentido amplio), en comparación con el 25% y el 16%, respectivamente, en el caso de las
mujeres. En el caso de las enfermedades musculo-esqueletales provocadas por el trabajo pesado
o una ergonomía deficiente, los porcentajes son del 41% vs. el 32%, ya que se encontró que
los hombres se dedicaban con mayor frecuencia a ocupaciones que los exponían a riesgos. Se
encontró que las mujeres en los países en vías de desarrollo, por otro lado, presentaban un
riesgo claramente más alto de enfermedades respiratorias como resultado de la exposición en
interiores al humo y a otros contaminantes transmitidos por el aire.
sentido, Martine y Villarreal (1996) apuntan que la pertinencia de los factores de género
depende en buena medida del tipo exacto de las interacciones bajo consideración. Los
aspectos de género que inciden en la forma en la que las poblaciones generan un impacto en el
medio ambiente son pertinentes en su mayor parte a nivel local, particularmente en las áreas
rurales, pero los autores dudan que tengan una gran pertinencia para los principales temas
ambientales a escala global. Incluso apuntan que “aquellos países que han logrado la mayor
reducción en sus brechas de género (los países industrializados o desarrollados) actualmente
son los responsables de las principales formas de agotamiento de recursos y degradación
ambiental.” Admiten que algunos estudios han mostrado que las mujeres tienden a expresar
niveles más altos de preocupación hacia el medio ambiente que los hombres (por ejemplo,
Davidson y Freudenburg, 1996), pero consideran que la mayoría de esta discusión se ocupa
de temas ambientales secundarios o locales, y no se aplica a los problemas ambientales críticos
o globales. No existe evidencia, por ejemplo, de que las mujeres en los países desarrollados
usen recursos de manera más sostenible que los hombres en lo que a problemas ambientales
críticos se refiere. Tampoco existen movimientos de mujeres, o mujeres en roles de toma
de decisiones en la esfera económica o política, que promuevan efectivamente el cambio
drástico en los patrones de consumo de los ricos en todo el mundo que se necesitaría para
hacerle frente a los problemas que comprometen el futuro del planeta, u otras actitudes que
sean más coherentes con la sostenibilidad global.
El papel de los factores de género, por lo tanto, está en su mayor parte circunscrito a
los aspectos mencionados bajo el punto 2 anterior. En este contexto, se ha afirmado que la
participación plena de la mujer como administradora de recursos es esencial para el logro del
desarrollo sostenible (World Resources Institute/PNUMA/PNUD, 1994). Es muy probable
que las mujeres tengan una predisposición a practicar una agricultura sostenible y a mantener
la calidad de la tierra en general –precisamente como resultado de su fuerte dependencia
de los recursos naturales. Ejemplos de lo anterior son más fáciles de encontrar en África y
Asia que en la región de ALC, que está más urbanizada y en donde la participación de las
mujeres en la agricultura de subsistencia es más limitada. Un estudio realizado por el Banco
Mundial en Ghana, por ejemplo, encontró que las parcelas de las mujeres tenían una tasa
de disminución de fertilidad de la tierra más baja que la de los hombres, incluso dentro del
mismo hogar (Khandker y Udry, 1997). Es necesario darse cuenta, sin embargo, de que las
estructuras de género que mantienen a las mujeres en posiciones dependientes, en las que
dependen más de los recursos naturales, pueden ser las mismas estructuras que, en el extremo
positivo, predisponen a las mujeres a modos de agricultura más sostenibles. Esta situación no
es diferente de aquella de la conducta del campesino tradicional que, precisamente debido a
su falta de capital y tecnología, puede poseer un conocimiento más íntimo de esas prácticas
que el agricultor mecanizado moderno. Las dinámicas de género, más que los patrones de
conducta biológica innatos, son la clave para comprender esas relaciones. Así, mientras
plantan diferentes tipos de semillas de papa de acuerdo con su conocimiento tradicional,
con el fin de combinar los atributos deseables de resistencia a las heladas, valor nutricional,
sabor, rápido tiempo de cocción y resistencia a plagas, mientras que los hombres siguen el
consejo del extensionista de plantar sólo una especie (Bunning y Hill, 1996).
En este contexto, Martine y Villarreal son particularmente críticos de la noción de
que las mujeres son inherentemente mejores administradoras de recursos que los hombres,
y que tienen una relación privilegiada con la naturaleza derivada de los atributos de
cuidado, alimentación, sustento y no violencia que se dice son innatos en las mujeres, y
que las predispondrían a conservar el medio ambiente. Las ecofeministas, por ejemplo,
explican las relaciones de los hombres y las mujeres con la naturaleza usando un esquema
reminiscente de la noción de Lévi-Strauss’ de que las mujeres están relacionadas con la
naturaleza y los hombres con la cultura. El peligro obvio en esta posición es que contradice
el concepto del género mismo, ya que si la biología determina la relación de los hombres y
las mujeres con la naturaleza, entonces también determina los roles de género universales.
Exactamente de la misma forma en que los roles de género cambian con el tiempo y en
respuesta a circunstancias cambiantes, ningún tipo de conocimiento en particular puede ser
asociado con los hombres o las mujeres como tales, sino con sus atributos y sus conductas
sancionados y construidos culturalmente. Tal como lo afirma Rocheleau (1995) y lo citan
Martine y Villarreal: “Los límites del conocimiento que tiene en cuenta consideraciones de
género no son ni fijos ni independientes.”
Nada de esto niega, desde luego, que el poder de decisión acerca del uso de los recursos
naturales en la agricultura tradicional puede estar distribuido no sólo injustamente, sino
también irracionalmente desde el punto de vista de un manejo de recursos sostenible.
Independientemente de que la contribución de las mujeres se base en las características
femeninas innatas o en los roles de género adquiridos asociados con una división del trabajo
particular, es necesario que se le escuche y se le tome en cuenta en la implementación de las
políticas y los programas agrícolas:
y difusión en apoyo de los cultivos sostenibles y los métodos de ordenamiento de los suelos
a menudo pasan por alto a las mujeres. Las leyes nacionales o las costumbres locales
una mayor aversión al riesgo y son más concientes de los intereses familiares colectivos que los hombres, supuestamente como resultado
de sus características innatas.
Para una discusión sistemática de las diferentes perspectivas teóricas sobre el género y el medio ambiente, además de una revisión histórica
de su influencia en las conferencias internacionales, particularmente en la región de ALC, ver Rico (1998).
adoptar prácticas agrícolas sostenibles y de conservación de la calidad general de las
tierras, debido precisamente a que dependen en gran medida de los recursos naturales.”
(UNFPA, 2001 b: Cap. 4)
que en el mejor de los casos requerirían de un reacomodo rápido; 2) identificar a los ecosistemas
frágiles que necesitan ser protegidos de la ocupación humana; y 3) ofrecer alternativas sociales
y económicas viables en las áreas que podrían albergar a las poblaciones redistribuidas.
(Martine, 2000)
grupo social a grupo social, lo mismo que con el tiempo.” La tarea del analista es “buscar
las conexiones entre riesgo y condición socioeconómica, en el sentido de apuntar a una
comprensión de una dinámica socioambiental compleja y multifacética.” La combinación de
la información sobre el riesgo geográfico con la distribución poblacional ayuda a identificar
a las personas en riesgo, tomando en cuenta las redes de caminos para fines de evacuación y
socorro, los hospitales y las instalaciones de emergencia en la planeación de la respuesta, y la
distribución de la propiedad al estimar el daño.
En su revisión de la historia de los asentamientos de precaristas en América Latina,
Hardoy y Satterthwaite (1989) muestran que los gobiernos en la región siempre se han
opuesto a la migración rural-urbana y la urbanización. En consecuencia, los migrantes
fueron forzados a ocupar tierras marginales, ecológicamente frágiles o peligrosas, tales como
riberas o laderas empinadas. Esto ha contribuido enormemente a la escualidez y la miseria
de la nueva población urbana. Se estima, por ejemplo, que en Caracas el 67% de la tierra
ocupada por barrios no es adecuada para viviendas como resultado de su inestabilidad
geológica y los frecuentes derrumbes (World Resources Institute, 1997). En un futuro, esos
problemas seguramente se agravarán si la expansión urbana se deja a las fuerzas del mercado,
ya que muchas opciones anteriormente disponibles para las poblaciones urbanas de bajos
ingresos están desapareciendo. La falta de planificación anticipada para el acomodo de las
personas pobres ha contribuido grandemente a la degradación ecológica de las ciudades.
astronómicos. La falta de planificación, la ubicación inadecuada, la falta de caminos de
acceso y la acumulación misma de las condiciones de miseria hacen prácticamente imposible
proveer servicios o reparar el daño ecológico acumulado a posteriori (Martine, Hakkert y
Guzmán, 2002).
El MDGR mexicano (2005) llama la atención al hecho de que las áreas metropolitanas
del país están sujetas a serios riesgos de desastres naturales de cara, entre otros factores,
al crecimiento urbano desorganizado. En los alrededores de las áreas planificadas de las
principales ciudades mexicanas proliferan los asentamientos humanos, contribuyendo a la
degradación ambiental de los biomas y los ecosistemas no protegidos. El informe afirma
que existen 74 áreas pobladas en las que 12 millones de personas viven expuestas a ciclones
tropicales. 22.2 millones de personas viven en áreas susceptibles de inundaciones, 20 millones
a actividades volcánicas, y 4.8 millones a derrumbes –totalizando aproximadamente 60
millones de mexicanos que enfrentan la posibilidad de ser evacuados de sus hogares. De
manera nada sorprendente, las familias más pobres son las más propensas a convertirse en
víctimas de desastres naturales, ya que viven en casas más precarias que no han sido dotadas
adecuadamente de infraestructura y acceso a los servicios públicos. De la misma forma, el
MDGR brasileño subraya que:
Centro Nacional para el Manejo de Desastres.
y Bilsborrow (2005) apuntan que, dado el incremento poblacional que tendrá lugar hasta
el 2015, el número adicional de personas que deberán recibir servicios es del orden de
entre 1,600 y 2,200 millones. Lo que hace que la situación sea peor es que, si el consumo
per cápita continúa su tendencia ascendente actual, alrededor de dos terceras partes de la
población mundial enfrentarán una escasez de agua moderada o severa. Los países de ALC
Existe un diferencial importante en términos de la distribución rural y urbana del
acceso al agua. De acuerdo con Lenton (2003), en 2000 la población urbana de la región de
ALC que carecía de servicios de agua mejorada era de tan sólo 6 millones, en comparación
con 34 millones en las áreas rurales. En el caso del saneamiento, estas cifras eran de 14
y 48 millones, respectivamente. Sin embargo, estas cifras cambian dramáticamente una
vez que se toma en cuenta el cambio poblacional. Como todo el crecimiento poblacional
en los años venideros será urbano, la necesidad de proveer agua y saneamiento básico
en las ciudades en realidad supera a aquella de las áreas rurales. En las áreas urbanas,
121 millones de personas requerirán de suministro de agua mejorada y 132 millones de
saneamiento mejorado, en comparación con 20 y 29 millones, respectivamente, en las
áreas rurales. Estas proyecciones se basan en tendencias agregadas que no toman en cuenta
que el crecimiento poblacional en las áreas urbanas subatendidas puede ser más alto que en
las áreas que ya cuentan con infraestructura adecuada. Si se toma en cuenta esta diferencia,
los requerimientos urbanos pueden ser incluso más altos, pero hasta donde sabemos esos
escenarios no han tenido lugar todavía.
De acuerdo con programa Habitat de las Naciones Unidas (2006), el 22% de los 2,600
millones de personas que carecen de acceso a saneamiento básico viven en áreas urbanas; en
el caso de los 1,000 millones de personas que carecen de acceso a agua tratada, la proporción
es del 15%. Considerando que la región de ALC tiene uno de los grados de urbanización
más altos del mundo, el logro de la Meta 10 en esta región se facilitará grandemente. Con
base en el análisis de la provisión de servicios en 43 países de bajos y medianos ingresos, el
informe argumenta que la provisión de agua y saneamiento es peor en los centros urbanos
pequeños, especialmente en aquellos con menos de 100,000 habitantes. Aparte de las
dificultades más grandes enfrentadas por las comunidades y los pueblos pequeños para
obtener préstamos para inversión, el costo del suministro de agua a los hogares individuales
en los pueblos pequeños puede ser prohibitivo. De acuerdo con el programa Habitat de las
Naciones Unidas (2006), la escala de las necesidades de agua y saneamiento en los centros
urbanos pequeños es extremadamente grande. A pesar de que una gran proporción de la
población global que carece de una provisión adecuada de agua vive en estos centros, la
mayoría de las estadísticas oficiales exageran la calidad y la magnitud de la provisión. Por
lo tanto, los medios y las estrategias necesarios para mejorar las condiciones de agua y
saneamiento de los pobres en las áreas urbanas pequeñas no son tan obvios. La gestión y
provisión de servicios a gran escala a través de alianzas públicas/privadas y la participación de
la comunidad pueden ayudar a reducir el costo del suministro e incrementar la posibilidad
de la recuperación de costos.
El Informe sobre el
fuertemente a favor de la planificación proactiva con respecto al inevitable crecimiento
poblacional. A la larga, resulta mucho más costo-eficiente planificar infraestructura
1.-¿Conoce los objetivos del desarrollo del milenio?
Sí, pero muy por encima.
2.- ¿Sabía que uno es Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente?
Sí, pero no lo conozco en profundidad.
3.-¿Qué cosas se están desarrolando en el pueblo para favorecer al medio ambiente?
En el ahorro energético, modificar el alumbrado, aislamiento térmico, medidas de ahorro de agua de sistema de goteo con temporizador.
4.- ¿Qué objetivos hay para los próximos años?
Seguir trabajando lo anterior.
5.- ¿Tienen las fábricas del pueblo alguna medida para favorecer el medio ambiente?
Yo, no lo se, pero seguro que ellos tienen alguna medida para no contaminar.
6.- ¿ Hay algun plan de reforestación en el pueblo?
Sí, ampliar las zonas verdes.
7.- ¿Realmente hay algún sitio en el pueblo que favorezca el medio ambiente?
Tenemos en el pueblo un punto limpio.
8.- ¿Conseguirá el pueblo un equilibrio medio ambiental?
Sí, pero costará trabajo.
9.- ¿Cree que conseguiremos los proyectos que existen para mejorar el medio ambiente?
Nos podremos aproximar pero será un trabajo muy duro y que requiere mucho esfuerzo.
Realizado por: Mª Ascensión Organero, Alejandro Romero y Sara Poyatos Tello.
Hola! Soy Cristina, vuestra nueva profesora de Educación para la Ciudadanía. He estado revisando vuestro OdM, y creo que os falta poner el título al principio para que todo el mundo conozca en qué consiste este objetivo. También podría mejorar vuestra presentación colgando algunos gráficos o fotografías, como han hecho otros compañeros. Creo que sería necesario que buscaseis más información para dar a conocer cuál es la situación actual en el mundo con datos y estadísticas, etc., y por otro lado, qué es lo que se está haciendo para conseguirlo.
Os veo en clase!
| Publicado 14 years, 1 month agoMuchas gracias Cristina.
| Publicado 14 years, 1 month ago